Permítanme hacer algunas reflexiones sobre ciertas cuestiones de la obra: "Mas liviano que el aire" vista en el teatro Vicente Cidade de la ciudad de Posadas el día 26 de agosto del año 2023.
El
recurso de mirar al publico detenidamente me parece inadecuado y
poco efectivo en una obra teatral. Si una obra de teatro es la reproducción, en
parte o total, de la vida en un escenario, esa experiencia no existe, ya que no
hay sujeto en la vida real que se quede mirando detenidamente a un público
particular, que por alguna particularidad también lo mira a este. Entiendo que
esta rotura de la ilusión puede ser salvada, si existiera una creencia de mirar
estrellas, y hacer del publico ellas. Al parecer esto puede ser una falta atribuida
al director o a la directora de la obra, que seguramente, jamás han
reflexionado sobre este punto, que, a su vez, es muy fácil de refutar. Mi parecer
es, que la mayoría de estos, siempre eligen un mismo método con el único fin de
alcanzar la facilidad.
Miren,
hablar con alguien ausente físicamente en una escena, implica un gran esfuerzo
de imaginación de los actores que sí están, y se ven en la necesidad de lograr
una transición visual, al menos relativamente genuina, a un público que los
observa. Se vera de esta manera, que la única conexión legitima que se puede
dar con el público es aquella; siendo lo demás, tal vez, pura sanata. Dar la
típica dirección de ocupar todo el escenario, o de que hacer con las manos, es
una actividad muy común para ser subida a un escenario, espacio que siempre es
exclusivo.
Mi pensamiento,
es que la dirección debería estar mas atenta de sus actores y de sus
capacidades, y no tanto del guion, para lograr de esta forma la mayor expresión
posible de estos, y así una argumentación convincente. Ahora, lo que no se
debería hacer, es creer que la tarea de dirigir se trate de un mero relleno de
formularios, como si fuera un acto de gestión, en el sentido mas lato de la
palabra.
La
escenografía, otro punto importante en la composición, no escapa a la posición
casi unánime entre escenógrafos, que no hacen mas que destruir su propia
profesión. La lógica del minimalismo, es que menos es más, pero esa formula
tiene que dar resultado. Si eso no ocurre, su tarea se resume a montar la “no”
escena. Que haya solo una mesa y dos sillas, no es más, sino menos, y seguirá siéndolo
pasado el tiempo. Esto también, de vuelta, implica mucho esfuerzo de
imaginación por parte de los actores para representar y hacer ver un objeto que
no existe en el espacio físico.
En
resumen, lo que quiero decir de una manera clara, es que el 99 % de los actores
de esta zona no viven actuando, o no viven para la actuación, o la actuación no
los hace vivir. Para ser talentoso o en todo caso, tener posibilidad de serlo,
hay que vivir actuando, o vivir para la actuación o que la actuación te haga
vivir. En esto no hay vuelta de hoja y no hay ninguna posibilidad de apelación,
porque así son las reglas de la naturaleza.
Por estas
circunstancias coyunturales, creo que se podrían tomar una de dos opciones. La
primera seria que ya no se realicen mas obras, no por prohibición sino por
vergüenza. La segunda seria que la dirección tenga exclusiva dependencia de los
actores por encima de los otros elementos. Seria algo así como: yo no elijo
primero la historia e introduzco en ella actores, sino que elijo a los actores
para que ellos mismos desarrollen la historia.
Otra
cuestión será, reivindicar la figura del escenógrafo, iniciando por supuesto,
desde su misma figura. Su reivindicación seria enfocarse en la observación y el
estudio de ambientes. El vestuario viene acompañado de esto, y la iluminación
seria la concentración de luz y sombras buscando resaltar aspectos relevantes
de un paisaje. Tanto la música, como el
silencio, deberían estar para manejar los tiempos.
El
guion parece haber quedado atrapado en toda esta telaraña mal formada y en mis
preocupaciones previas. Si bien entiendo que el conflicto inicial era, al
parecer, alguien que entraba a robar al domicilio de dos hermanas de edad
avanzada, y que ellas, logrando evitar el robo, lo encierran al ladrón en un baño. Al final, parece que todo lo habían soñado, y aquello fue tomado como un
punto de partida y una meta, para luego rellenar de contenido todo el medio.
Puede que yo este equivocado, y probablemente esto sea así, ya que me pase toda
la obra escribiendo sobre ella sin prestar demasiado atención, entendiendo que
no valía la pena hacer el esfuerzo. Solo digo que cuando la trama es tan
desordenado y caótica, y no lo digo desde un enfoque clásico, sino desde la
idea de la imposibilidad de poder entrar en los interdictos que se deberían formar por propio peso, se vuelve casi imposible poder leer con cierta holgura una obra. Uno
termina saliendo tan confundido como si hubiese recibido un gran golpe en la
cabeza.
En
última instancia, mi ausencia prolongada en el teatro de la ciudad se debe a la
falta de reciprocidad; no encuentro nada que pueda darme. Cuando el público se
toma el tiempo para asistir a una obra, se espera recibir algo a cambio. Esta
crítica no proviene de un lugar egoísta, sino de un profundo deseo de encontrar
obras que nutran y desafíen al espectador. Al fin y al cabo, soy solidario.
La obra de la que aquí hablo, me inspiró a compartir esto, aunque quizás... esto
nació por estar solo y tener una cita intima con mi cuaderno.
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