viernes, 1 de septiembre de 2023

Mas liviano que el aire




Permítanme hacer algunas reflexiones sobre ciertas cuestiones de la obra: "Mas liviano que el aire" vista en el teatro Vicente Cidade  de la ciudad de Posadas el día 26 de agosto del año 2023.

El recurso de mirar al publico detenidamente me parece inadecuado y poco efectivo en una obra teatral. Si una obra de teatro es la reproducción, en parte o total, de la vida en un escenario, esa experiencia no existe, ya que no hay sujeto en la vida real que se quede mirando detenidamente a un público particular, que por alguna particularidad también lo mira a este. Entiendo que esta rotura de la ilusión puede ser salvada, si existiera una creencia de mirar estrellas, y hacer del publico ellas. Al parecer esto puede ser una falta atribuida al director o a la directora de la obra, que seguramente, jamás han reflexionado sobre este punto, que, a su vez, es muy fácil de refutar. Mi parecer es, que la mayoría de estos, siempre eligen un mismo método con el único fin de alcanzar la facilidad.

Miren, hablar con alguien ausente físicamente en una escena, implica un gran esfuerzo de imaginación de los actores que sí están, y se ven en la necesidad de lograr una transición visual, al menos relativamente genuina, a un público que los observa. Se vera de esta manera, que la única conexión legitima que se puede dar con el público es aquella; siendo lo demás, tal vez, pura sanata. Dar la típica dirección de ocupar todo el escenario, o de que hacer con las manos, es una actividad muy común para ser subida a un escenario, espacio que siempre es exclusivo.

Mi pensamiento, es que la dirección debería estar mas atenta de sus actores y de sus capacidades, y no tanto del guion, para lograr de esta forma la mayor expresión posible de estos, y así una argumentación convincente. Ahora, lo que no se debería hacer, es creer que la tarea de dirigir se trate de un mero relleno de formularios, como si fuera un acto de gestión, en el sentido mas lato de la palabra.

La escenografía, otro punto importante en la composición, no escapa a la posición casi unánime entre escenógrafos, que no hacen mas que destruir su propia profesión. La lógica del minimalismo, es que menos es más, pero esa formula tiene que dar resultado. Si eso no ocurre, su tarea se resume a montar la “no” escena. Que haya solo una mesa y dos sillas, no es más, sino menos, y seguirá siéndolo pasado el tiempo. Esto también, de vuelta, implica mucho esfuerzo de imaginación por parte de los actores para representar y hacer ver un objeto que no existe en el espacio físico.

En resumen, lo que quiero decir de una manera clara, es que el 99 % de los actores de esta zona no viven actuando, o no viven para la actuación, o la actuación no los hace vivir. Para ser talentoso o en todo caso, tener posibilidad de serlo, hay que vivir actuando, o vivir para la actuación o que la actuación te haga vivir. En esto no hay vuelta de hoja y no hay ninguna posibilidad de apelación, porque así son las reglas de la naturaleza.

Por estas circunstancias coyunturales, creo que se podrían tomar una de dos opciones. La primera seria que ya no se realicen mas obras, no por prohibición sino por vergüenza. La segunda seria que la dirección tenga exclusiva dependencia de los actores por encima de los otros elementos. Seria algo así como: yo no elijo primero la historia e introduzco en ella actores, sino que elijo a los actores para que ellos mismos desarrollen la historia.

Otra cuestión será, reivindicar la figura del escenógrafo, iniciando por supuesto, desde su misma figura. Su reivindicación seria enfocarse en la observación y el estudio de ambientes. El vestuario viene acompañado de esto, y la iluminación seria la concentración de luz y sombras buscando resaltar aspectos relevantes de un paisaje. Tanto la música, como el silencio, deberían estar para manejar los tiempos.

El guion parece haber quedado atrapado en toda esta telaraña mal formada y en mis preocupaciones previas. Si bien entiendo que el conflicto inicial era, al parecer, alguien que entraba a robar al domicilio de dos hermanas de edad avanzada, y que ellas, logrando evitar el robo, lo encierran al ladrón en un baño. Al final, parece que todo lo habían soñado, y aquello fue tomado como un punto de partida y una meta, para luego rellenar de contenido todo el medio. Puede que yo este equivocado, y probablemente esto sea así, ya que me pase toda la obra escribiendo sobre ella sin prestar demasiado atención, entendiendo que no valía la pena hacer el esfuerzo. Solo digo que cuando la trama es tan desordenado y caótica, y no lo digo desde un enfoque clásico, sino desde la idea de la imposibilidad de poder entrar en los interdictos que se deberían formar por propio peso, se vuelve casi imposible poder leer con cierta holgura una obra. Uno termina saliendo tan confundido como si hubiese recibido un gran golpe en la cabeza.

En última instancia, mi ausencia prolongada en el teatro de la ciudad se debe a la falta de reciprocidad; no encuentro nada que pueda darme. Cuando el público se toma el tiempo para asistir a una obra, se espera recibir algo a cambio. Esta crítica no proviene de un lugar egoísta, sino de un profundo deseo de encontrar obras que nutran y desafíen al espectador. Al fin y al cabo, soy solidario. La obra de la que aquí hablo, me inspiró a compartir esto, aunque quizás... esto nació por estar solo y tener una cita intima con mi cuaderno.

 

 

 

  

 


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