miércoles, 24 de abril de 2024

Azul

Desde un momento memorable con Vicentico hasta revelaciones personales sobre el color azul. Este relato busca llevarlos a través de relaciones significativas entre la música, la poesía y encuentros fortuitos. Explorar cómo los momentos aparentemente aleatorios cobran un profundo significado cuando se observan desde la perspectiva de la belleza y la conexión.


Hace mucho tiempo lo vi a Vicentico en una entrevista donde el periodista le pregunta cuál es el tema de Cristian Castro que le gusta más; él responde azul. Ese fragmento del video se volvió como una suerte de meme por que pronuncia la palabra azul de una manera cómica. No recuerdo bien, pero puede que haya sido en el programa de German Paolonski, “Diario de medianoche”, transmitido por telefe.

Una parte de la canción de Cristian dice así:

 

“Azul, y es que este amor es azul como el mar Azul, como de tu mirada nació mi ilusión, Azul como una lagrima cuando hay perdón, tan puro y tan azul que embriago el corazón”.

 

El videoclip complementa la letra mostrando un grupo de personas hermosas bailando en una playa con mar, cielo, con tonos de color celeste; también hay fiestas, recitales, fotografías, alegría, en fin, una celebración visual de la vida.

 



Vicentico me gusta, mucho más él que los fabulosos; me atrae con sus melodías sencillas y letras profundas. Recuerdo una vez en la que le pregunte a una chica que me gustaba mucho cuál era su cantante argentino favorito. Ella me respondió que nunca se había puesto a pensar en eso. Yo le dije que Vicentico y ella sorpresivamente me dijo que también. Justo sonaba “Ya no te quiero” en la radio.

Tras varios meses sin hablar con ella, me entere que Vicentico se presentaba en la ciudad de Encarnación. Por alguna razón, yo sabía que ella estaba trabajando allá, así que le envié un msj. diciéndole: “Vicentico estará en Encarnación el día tal… en el lugar tal… a la hora tal… te aviso por si te interesa”. Ella me contesto con un “gracias por acordarte”. Y esa fue nuestra última conversación.

 

Lo anterior sucedió aproximadamente en el año 2011. Unos años antes yo ya había empezado a explorar mi propia escritura, escribiendo mis primeras canciones, poesías, y algunos relatos autobiográficos. De toda esa camada de escritos iniciales, que los tengo guardados en una computadora vieja en la casa de mis padres en un archivo titulado LT, siempre me llamo la atención una poesía de prosa que cuando la podía compartir lo hacía. Dice así:

 

Alocados. Una noche de verano se tocaban las manos. Invencibles. E invisibles para los ojos del leopardo. Azul a rayas. Mirando de costado; de reojo.

De arriba la noche. Con sus ojos abiertos. Pispéan la belleza del amor. Tomados de la mano. ¿Quiénes son? ¿Quiénes son?

Una ráfaga. Un torbellino. Degradándose paulatinamente, a medida que el sol golpea el horizonte. Y de nuevo los otros. Mediadores a la inversa, en el medio de nosotros.

Y todo a acaba. Todo lo mismo.

 

Todos esos textos fueron escritos en un periodo de 6 o 7 años. El archivo es solo una dispersión de palabras realizadas, mayormente en noches de soledad. Luego lo abandoné, y empecé a escribir esa dispersión en mi cuaderno de mano. O, mejor dicho, empecé a escribir “mas” en mi cuaderno. La computadora solo la utilizaba para transcribir, corregir y sistematizar los relatos y los cuentos con títulos provisorios. El cuaderno era algo público, y como lo podía trasladar a un bar o a una plaza, me servía para estar solo y acompañado a la vez. De ahí mi frase: “Escribir es un acto solitario, pero escribir en un bar es un acto socialista”.   

Al cumplir 21 años ya casi había dejado de escribir poesía, y empecé a escribir mis primeras reseñas, especialmente sobre películas; todos ellos bocetos y ninguno publicado. Poco tiempo después, mis primeros artículos sobre cuestiones políticas y jurídicas; también bocetos y ninguno publicado. Así sigo hasta el día hoy, escribiendo mucho, publicando poco.

Meses atrás me fui a la peña “Misionero y Guaraní” a ver un recital de Cecí Moya. La invitación vino de María, pero como era yo el que tenía el contacto del organizador me encargué de reservar una mesa. Renzo me guardo un lugar para tres en frente del escenario, a la altura del centro. En la silla había un papelito que decía: “Roque Pérez, reservado para tres”. María me lo mostro, se rio, y me pregunto si era joda. Yo le dije que bueno… Roque Pérez era abogado y Lopez Torres médico, así que no estaban muy lejos y también me reí. Era el mejor lugar para escuchar la música, con el sonido revotándote en el pecho, lo que me genero alegría.

Llegamos temprano y a los 10 minutos apareció una amiga de María. Conversamos, tomamos unas copas de vino y yo salí a fumar un cigarrillo solo, justo antes de que empiece el recital. Cecilia estaba con su guitarra acústica y una banda con batería, guitarra eléctrica, bajo y teclado. Todo sonaba muy bien y el escenario estaba bien montado, o al menos eso me pareció a mí. A esas alturas yo me sentía muy bien y todo lo veía con buena cara.   

El segundo tema del repertorio me llamo la atención y sentí esas conexiones raras que cada tanto suceden a lo largo de una corta vida. Parte del tema decía así:

 

Algún día vas a ser como el sol, ardiendo en la frente del amor, de adentro hacia fuera tu voz, me busca.

Algún día voy a ser como vos, no me podre olvidar tu color, de adentro hacia fuera tu voz, me gusta, tu voz me gusta.

Azul eléctrico interior, siempre queriendo ser más libre que yo.




 

La canción se llama “Eléctrico interior”, y cuando dejo de sonar me acerqué a María y le dije que el tema mencionaba en una frase el color azul. Ella no me entendió mucho, pero para mí eso era todo un mensaje ya que meses antes me había enterado, de una forma un tanto extraña, que mi color, según la astrología Maya, era el azul; lo que en realidad solo era la afirmación de algo que yo lo sabía ocultamente, pero no por eso menos importante, sino todo lo contrario.

Desde ese momento me hice la idea de que el evento había sido organizado a mi favor. Todo ello se había despertado en mi por la sola mención de la palabra azul en un contexto de luces y de música alta. El recuerdo de Vicentico y de esa entrevista, de la chica que me enamore cuando era un adolecente, de la canción de Cristian Castro con el mar de fondo, de la poesía que escribí hace años, de cómo me entere que mi color era el azul, de la invitación de María a ese recital, de la composición de esa canción, de la ubicación que me asigno Renzo, y de cómo todo parecía transformarse en hermosas coincidencias.

En aquel entonces, estaba leyendo “La insoportable levedad del ser” de Milán Kundera. En un fragmento de esa maravillosa obra, el escritor reflexiona que el hombre que está llevado por su sentido de la belleza, convierte un acontecimiento casual en un motivo que pasa a formar parte de la composición de su vida; y que todo aquel ciego en su vida cotidiana con respecto a tales casualidades, deja así que su existencia pierda toda dimensión de belleza.

Yo ese día estaba hermoso, y azul.



 

Lo anterior es parte del conjunto de relatos que busco publicar cada 15 días. Si te interesa leerlos, podés suscribirte a este blog bien abajo. Si te gustan, los podés compartir. También te cuento que en queriendover.blogspot.com escribo sobre temas relacionados al derecho, la política y la cultura. Lo segundo es el aula, esto es el recreo.

 

lunes, 4 de marzo de 2024

Luz y desicion

La llegada de una persona especial desencadena una serie de eventos que llevan a una decisión crucial: regresar a la cotidianidad de Posadas o alejarse aún más.



Si nadie se me acerca, yo no me acerco. Si nadie me habla, yo no hablo. Nadie se me acerca. Nadie me habla. Disfruto de eso. Escribo y fumo a mí ritmo. Hago lo que me da la ganas. Creo que iré a la cantina a comprar una cerveza. La noche esta encapotada. Los relámpagos amenazan una tormenta que aun no sé desata. La calle está ocupada de gente. El espacio público en abundancia. Todos hablan. No escucho mas que imprecisiones. En este momento te extraño. Me gustaria conversar con vos. Tomar un whisky o una cerveza. Toda la semana pensando en vos. ¿Qué será de tu vida? ¿Por qué no estas aquí, en el teatro? Quiero verte. Acariciarte el hombro. ¿Te escribo o sigo con la aventura? Pasa una chica a mi lado con una botella en la mano. Me dio ganas de buscar mi botella de whisky al auto. No sé qué hacer. Debería caminar tres cuadras. De repente pienso y me doy cuenta que no estoy tan mal. No me duele el cuerpo, estoy lucido y consciente. La chica de la botella pasa otra vez a mi lado, esta vez más cerca y la veo mejor. Tiene esos collares negros apretados al cuello que tanto me gustan. ¿Tendré que ir a buscar el whisky? Son tres cuadras. Se hablo tanto de derechos humanos que me pusieron en estado de alerta. Debería estar contento…. Me permito ser creativo. Al diablo. Te voy a escribir. Ya no se cual es la fuerza de la costumbre, si estar con vos o no estarlo, pero sino te escribo, me matare por la falta de sentido. Y lo miro a Camus, en la tapa de un libro que tiene en la otra mano, libre de la botella, la chica del collar negro al cuello. Y la escucho decir a sus amigas: - “siempre es lo mismo, siempre son los mismos”, en tono de queja hacia esta ciudad pequeña y ardiente. Yo me acerco y le digo:  - “vayámonos, tengo el auto a solo tres cuadras de distancia”. 

Ya en el auto pongo música, un disco de los Rolling Stones que me gusta mucho, Sticky Fingers. Le digo que cuando crucemos el puente que divide la ciudad lo pondré mas fuerte. Agarro la botella de Whisky del asiento de atrás y la bebo del pico, ella también hace lo mismo. Tiene esos collares llamados choker. Una vez leí que en Francia, en el siglo XIX, las mujeres que llevaban una cinta negra en el cuello eran prostitutas. La representación esta en la pintura “Olympia” de Manet. Luego de leer eso me di cuenta que esa pintura estaba encuadrada en mi biblioteca. Recién pude darme cuenta por que la había elegido.






Ella me pregunta por qué subir la música al cruzar un puente, le respondo que me gusta el concepto de puente, la unidad entre dos lados, ella me dice que le gustaria fumar un porro mientras cruzamos, yo le digo que hace mucho ya no fumo, ella me pregunta por qué, le contesto que me desequilibra mentalmente y a veces me pongo violento, me dice que ella si va a fumar, le digo que esta bien.

Al ingresar al puente subo el volumen, sonaba “can t you hear me knocking”, ella enciende el porro, fuma, y saca la cabeza por la ventanilla. Tenia puesto un vestido liviano negro y zapatillas blancas tipo Topper; le pregunto si le gustaria pasar la noche en un parador sobre la ruta 12 cerca de Iguazú, agregue que me gustaba ese lugar porque me hacía creer que estaba en una pelicula Norteamericana, ella se rio y me dijo que no tenía problemas, que cuanto mas lejos de Posadas estemos, mejor.

 




Cuando llegamos al parador, en la recepción aun había gente despierta, después de todo recién se hacia la media noche; pedí una habitación e ingresamos en ese monoambiente con una cama doble, una cucheta y un baño muy pequeño. En frente, del otro lado de la ruta, había un maxi kiosco y fuimos a comprar cervezas. Luego nos encerramos en la habitación. El lugar tenía un frigobar y una televisión colgada arriba de la puerta de entrada. Pusimos un canal de música y nos acostamos a beber y charlar. Le pedí que me leyera algo del libro de Camus que sabía tenía. Ella lo saco de una carterita de cuero cruzada y me lo leyó.

“La única verdadera salida -dice- está precisamente allí donde no hay salida alguna para el juicio humano. Si no ¿para que necesitaríamos a Dios? No se vuelve uno hacia Dios sino para obtener lo imposible. Para lo posible, se bastan los hombres”. Leía el mito de Sísifo.





Reflexioné y comenté que a veces yo también me quería morir. Ella me dijo que no quería morirse, que solo quería alejarse de Posadas. Sali a fumar un cigarrillo en la corta galería de enfrente, observaba las luces de los autos que viajaban por la ruta a una velocidad media. Siento que me llega un mensaje y agarro mi celular que lo tenia en uno de mis bolsillos. – "mañana si queres nos vemos".  No me gusto el mensaje por que me llevaba a la exigencia de una elección. Miré por la ventana y la vi a ella acostada boca abajo leyendo el libro, se había sacada sus zapatillas blancas y estaban en la punta de la cama, ambas dadas vueltas. A mi aún me quedaba un mes de vacaciones y bastante dinero en la tarjeta. Ahora tenia que elegir si volver a Posadas o alejarme aún más.

 

 


Lo anterior es parte del conjunto de relatos que busco publicar cada 15 días. Si te interesa leerlos, podés suscribirte a este blog bien abajo. Si te gustan, los podés compartir. También te cuento que en queriendover.blogspot.com escribo sobre temas relacionados al derecho, la política y la cultura. Lo segundo es el aula, esto es el recreo.

 

             

jueves, 18 de enero de 2024

3 Relatos








Encontrando a nadie

Me siento frente a una mesa, apoyo mi cuaderno y comienzo a escribir. Las hojas de mi cuaderno se están agotando, y cuando esto ocurra, su destino será un mueble, junto con otros cuadernos que han pasado por lo mismo.

Al terminar un cuaderno, siento que también se completa una parte de mí, algo distante y profundo, como un suspiro de vida desvaneciéndose. Reflexionando, nunca he vuelto a abrir un cuaderno terminado. Quizás esto me inquiete; quizás experimente la misma sensación que al mirar una foto de joven. En él, no solo hay escritos; también folletos de museos, entradas de teatro, hojas de árboles, algún sobre, separadores, poesía en papeles rotos, fotografías, tarjetas de sujetos que aún las usan para presentarse, en fin; una amalgama de objetos que evocan situaciones que en su momento no parecían especiales, como ahora sí.

Es curioso, pero mientras escribo, soy consciente de que estoy agotando este cuaderno y lo relego al olvido, a una oscuridad que difícilmente alguien iluminará. He compartido tanto tiempo con él, en distintos lugares, escuchando voces variadas, nutriéndose con la luz del día y la noche. Ahora, está a punto de quedarse quieto como un cuadro en la pared, pero cubierto solo por tapas lisas que no lograrán expresar su contenido.

Antes de llegar aquí y sentarme a escribir, recorrí en bicicleta el centro de la ciudad. Visité la librería en busca de un libro encargado hace dos semanas, pero aún no había llegado. En su lugar, encontré un libro de poesías que captó mi interés, ya que días atrás, para el cumpleaños de mi madre, había impreso algunos poemas de ese mismo libro en digital. Terminé comprándolo. Hable con Ivana sobre el feminismo a raíz del título "El segundo sexo" de Simone de Beauvoir, que reposaba en una mesa junto con otros libros. Pregunté por su valor, pero ella me expreso que ese libro no estaba a la venta, revelando que concebía el mercado de una manera no convencional. Dijo- no, no, afirmando con su rostro, y enseguida lo agarro y lo guardo.

La conversación, como suele ocurrir con ella, divagó hacia distintos lugares, y me preguntó si conocía a una cantante negra de blues, que según ella era una figura destacada en la liberación femenina. Respondí que no, aunque me quedé pensando si verdaderamente no la conocía. Recordé a otra cantante negra de blues que había fallecido recientemente; Tina Turner se convirtió en el nombre de mi habitación en un hostel en Bariloche. Ivana colocó un disco de vinilo y volvió a preguntar. - ¿La conoces? Respondí nuevamente que no, sin revelar que estuve pensando en alguien.

Tras unas palabras más, salí con mi nuevo libro de poesías. Creí ver a alguien cruzar la calle, pero fue solo una ilusión. Subí a la bicicleta y fui al museo, observé cuadros, escuché música con auriculares. Luego, recorrí la ciudad en busca de alguna presencia, pero todo fue en vano. Decidí detenerme en una cervecería junto a una casa antigua que me agrada. Las veces que voy allí me siento en la vereda de esa edificación, nunca en la vereda del bar. Yo quiero estar en otro lado, pero me veo en la necesidad de usar la barra de esa cervecería y simular con un trago mi gusto raro. Leí poesía en voz alta para mí mismo, con la imagen de alguien persistente en mi mente. Retomé la bicicleta y exploré lugares del centro a los que no había ido, miré interiores, pero no encontré a nadie. Decidí ir a otra cervecería que sabía era más concurrida, aunque al llegar, me di cuenta de que estaba vacía. Aun así, me senté, apoyé mi cuaderno y comencé a escribir, con la esperanza de que alguien pasara por allí, en algún momento, ya sea en auto, en bici, caminando; solo quería ver a alguien.

En el museo, en una sección, había papeles y marcadores para que la gente escribiera sus sueños. Pegué uno en la esquina de una mesa con la frase: "Mi sueño es volver a ver a alguien".

Sigo aquí escribiendo, sin poder encontrar a nadie. Mi cuaderno se agota, y no hay testigo de ello.



Francis

Francis había buscado recapacitar sobre su locura, pensando hacia atrás. Francis no quería buscar nada adentro de sus entrañas. No quería ver cada cosa en su lugar.

Habían sido semanas complicadas. Se acababa fin de año y lo que podía apreciar al corto plazo, no tenia mucha similitud con lo que había planificado meses atrás.

En su campera de jean, una herencia de su padre devenida de la moda de los años 50, había encontrado en uno de sus bolsillos notas sobre posibles destinos veraniegos. Costa de mar, lago de montaña, o viñedos. El camino del vino en Mendoza, decía una de ellas.

Francis, a estas alturas, no es que se haya olvido de aquello, sino que lo empezaba a observar desde muy lejos, y su imaginación se empezó achicar como un globo que se desinfla.

Francis, no se sentía bien.

Primero fue su pierna, fractura expuesta a la altura de la rodilla. Dolió; fue un golpe duro. Aun así, Francis lo tomo con postura y madurez. Al instante del quiebre, pensó en su padre, ya que en ese momento tenía puesta la campera de jean. Pensó en el merecimiento de la tragedia, y se convenció a si mismo, que así debería ser.

Pasaron los días, las cosas se acomodaron un poco, la rodilla sanó, y el animo fue suficiente para poder disimular una cercanía lo mas corrido hacia lo correcto.   

Sin embargo, a medida que los días avanzaban, Francis notó que algo más estaba fracturado dentro de él. Las sombras de la duda y la inquietud se cernían sobre su mente, como nubarrones que amenazaban con convertirse en tormenta.

Su trabajo, que alguna vez fue su fuente de satisfacción, ahora se le antojaba como una jaula que limitaba sus sueños y aspiraciones. Luego del accidente, su pierna le impedía moverse con la facilidad de antes. Su labor, que consistía en realizar notas periodísticas en la calle, se tornaba difícil por el ritmo de los días. Había veces, por ej. que el camarógrafo filmaba la escena, y él llegaba segundos después con el micrófono. Una mañana, su jefe le dijo, - así no podés seguir, y lo despidió sin más.

Al perder el empleo, perdió dinero, y eso lo obligo a mudarse a un lugar mas modesto. Si bien no vivía en un lugar lujoso, su departamento tenia buena vista, y siempre eso fue un motivo para alegrarse. Ahora se iría a planta baja, hacia el fondo de un pasillo largo y con poca luz.

Una tarde, mientras ordenaba su nuevo cuarto, reviso en los bolsillos de su campera de jean, vio las notas de destinos veraniegos y algo hizo clic en su cabeza. Recordó el mar, el lago, los viñedos; y sintió que era la señal que necesitaba para escapar de la rutina que lo aprisionaba. Decidió que, a pesar de las complicaciones y las semanas difíciles, no podía permitirse ignorar sus deseos más profundos.

Se sentó en la mesa con su ordenador, y empezó a planificar su viaje; busco rutas, pasajes, estadías. Dejo atrás las nuevas obligaciones laborales y la monotonía que lo envolvían. Francis sabía que necesitaba renovar su perspectiva, buscar la cura para lo que sea que lo aquejara.

Empacó su campera de jean, sus notas de posibles destinos, y partió hacia Mendoza en busca de una renovación personal. El camino del vino le ofreció no solo una experiencia sensorial inolvidable, sino también la oportunidad de reflexionar sobre su vida y sus elecciones. Con cada copa de vino, Francis sintió cómo la pesadez de sus preocupaciones se disipaba y cómo la belleza del entorno le devolvía la claridad mental que buscaba.

Durante esos días, Francis exploró viñedos, probó diferentes variedades de vinos, quesos, aceitunas, mujeres hermosas, y se sumergió en la cultura local. Con cada paso que daba, se alejaba más de la sombra de su antigua vida y se acercaba a una nueva versión de sí mismo.

Al regresar a casa, la campera de jean ahora cargaba no solo las notas de posibles destinos veraniegos, sino también el aroma de la aventura y la libertad. Francis comprendió que, a veces, es necesario alejarse de la realidad para encontrar la verdad que reside dentro de uno mismo. Alejarse del circulo por donde uno transita la mayor parte del tiempo.

Con una pierna completamente curada y el corazón renovado, estaba listo para enfrentar el futuro con una perspectiva más amplia y una determinación renovada.


Monedas

Estoy al borde de pensar en una locura interminable - pensó. Soñar con un espacio de color alusivo. El color no se puede pensar; no puede ser definido; solo se da. Lo vemos, nos atenemos a él y decimos: es rojo, es azul; es verde. Es una cualidad; es el mundo en el que vivimos y viviremos. Un contexto irracional. La ilusión de un sueño que nos hace despertar, en la cama, transpiramos, estamos inquietos y avergonzados. El mundo de los sueños y de los colores es tan real como una piedra en un zapato gastado. Como el punto más pequeño de la piedra, posible de percibir y entender. La verdad no deja de ser, solo la opinión de un hombre pasado que se consagra en el presente, como la realidad misma, que desciende anónimamente sobre la tierra. Sobre nuestra generación…

 

Álvaro había comprado dos monedas para la reserva de un próximo tiempo. Cuando los bares venden objetos cuyo valor equivale a un vaso de cerveza, lo hacen con el fin de que el acto de comprar sea aún más animado de lo que ya es comprar un vaso de cerveza, en la noche, en un patio, escuchando a Queen. Si pensamos bien, la venta es de la moneda y no de la cerveza, ya que se podrían comprar 100 monedas y llevárselas todas en los bolsillos. Sentir monedas en los bolsillos sería como sentir un vaso de cerveza en él, sin tanto peso y sin humedad, claro. A su vez, se hace más sencillo invitar un trago a una chica, ya que solo quedaría regalar una de las monedas y no tener que sacar unos cuantos billetes de alguna billetera, metida en algún pantalón. También, la chica se sentiría menos prostituta por no recibir dinero y recibir solo una moneda. Más allá de la equivalencia entre una moneda y una cerveza, el acto esconde un elemento importante, y es que la chica no podrá irse con la moneda a tomar el vaso de cerveza en otro bar, ya que el intercambio se da solo en un solo lugar. De este modo, se lograría que nadie escape. Todo esto, también es más estético y creo que un director de cine lo pensaría de esa forma; eligiendo una moneda que sea de color rojo, un flaco que sea como Andrés y una flaca que sea como Alejandra.

Andrés es un joven de estatura media con una complexión física atlética. Su cabello castaño claro y despeinado, le da un aspecto relajado. Alejandra, tiene un cabello oscuro que cae en ondas, enmarcando un rostro expresivo y decidido. Lleva un estilo de vestir elegante, pero cómodo, con cierto toque de individualidad.  

En definitiva, lo expuesto aquí es identificable a reglas determinadas en un espacio concreto, y esto configura un ejercicio abusivo, que casi siempre es del dueño hacia sus clientes. Es por eso que, a Álvaro, no le gustan los lugares con tales prácticas de consumo; porque no le gusta verse dominado. Aun así, no puede negar que, a pesar, la situación se presentó liberadora y el tiempo pasó claro y ligero como una estrella en el firmamento. Hace tiempo que no me siento tan liberado y no me pongo esta campera -piensa.  ¿Cuándo fue la última vez que sentí una gota de lluvia en mis dedos? -se pregunta y no se puede responder.

Suena Radio Ga de Queen.




-          Que en lugar haya cuerpos es una buena noticia - comenta Álvaro, en la mesa.

-          ¿Por qué lo decís? - pregunta Andrés, extendiendo su cuerpo hacia arriba.

-      La mejor forma de vivir es tener autoestima - contesta Álvaro, y continúa: Para tener autoestima, lo primero que hay que hacer es conocer tu cuerpo; y la mejor forma de conocer tu cuerpo es conocer otros cuerpos.

-          ¿Qué cuerpos? - vuelve a preguntar Andrés, no entendiendo, y toma un trago.

-          Todos los cuerpos - contesta Álvaro verborrágico. Esta mesa, este vaso, esta silla, sus patas, las paredes, las flores, a la gente que nos rodea, a todos ellos; a todo. Alejandra interrumpe, lo mira a Álvaro y dice:

-          Pero eso es ser solo un toquetón. Álvaro queda en silencio unos segundos y responde:

-          Puede que sí, Alejandra. Puede que eso sea solo ser un toquetón - y se sonríe livianamente.


Al poco tiempo, todos ellos se retiran del lugar. Sé que Alejandra se fue con dos monedas en sus bolsillos. Sé que Andrés se fue con menos dinero en su billetera que la que tenía al tiempo que llegó. Y sé también que a Álvaro le quedó resonando en su cabeza lo dicho por Alejandra. “Pero eso es ser solo un toquetón”, era una frase que condenaba a la más vulgar simpleza toda su reflexión. Su vida misma.


lunes, 13 de noviembre de 2023

Yo quería ser un planeta

 






Ph: M.I.


 

Todos corrían y yo quería ser un planeta. 

Había inundaciones y saltaba charcos de arena para no mojar mi sombrero de suela color marrón.

Mis dedos se doblaron y yo quería ser un planeta. 

Cuando toque tu rostro con una mano, comunique a la otra, que sostenga el cuerpo apoyándola en la pared de la esquina de aquel pueblo pacifico.

El agua mojo mi frente y yo quería ser un planeta, y mire por la vidriera. 

Aunque ya estaba llegando, no había forma de abrigarme de la luz que entraba entre medianeras, y decidí estirar las mangas de mi saco y reducir mis brazos.

Yo quería ser un planeta, cuando el fuego se reflejó en la lluvia brillando hacia las praderas, yo, lo único que quería, era ser un planeta, para ver tus ojos durante el día cuando todavía es de noche, cuando todavía la luz es interna.






viernes, 10 de noviembre de 2023

Jardin

 Y Almustafá guardo silencio, y miró a lo lejos hacia las colinas y hacia el vasto espacio etéreo, y se advertía que en su silencio se libraba una batalla:

Entonces dijo: “amigos míos y compañeros del camino; compadeced la nación hinchada de creencias y vacía de religión”.

“Compadeced a la nación que viste telas que ella no ha tejido, come un pan que no ha sembrado, y bebe un vino que no fluye de su propio lagar”.

“Compadeced a la nación que aclama al espadachín pendenciero como a un héroe, y que considera al fastuoso conquistador como a un bienhechor”.

“Compadeced a la nación que no alza su voz sino cuando marcha a un funeral, no se jacta sino en medio de sus ruinas, y no se rebela sino cuando tiene el cuello entre el hacha del verdugo y el patíbulo”.

“Compadeced a la nación en que los sabios son mudos cargados de años y cuyos hombres fuertes están todavía en la cuna”.

“Compadeced a la nación partida en pedazos, y en la cual cada pedazo se considera a sí mismo una nación”.

 

"El jardín del profeta". Khalil Gibran





Ph. M.I.







lunes, 6 de noviembre de 2023

La ballena

 




De la pelicula: “La ballena”.

El profesor se enoja y dice, por medio de un correo, a sus alumnos: “ya me cansé, escriban algo sincero”.

Al otro día, en clases de videollamada, agradece a todos los que escribieron y empieza a leer en vos alta algunos de los textos. Particularmente uno decía así: “Soy Juan, y ya me di cuenta que en mi vida nunca sucederá nada increíble”.

A los pocos minutos, el profesor abandona la clase tirando su notebook a un lado y empieza a conversar con su amiga, sabiendo que se acercaba la muerte hacia su corazon.

Se me escapan una cantidad importante de detalles, pero lo que me interesa decir, es que en ese momento, tan crucial, él confiesa: “la gente es increíble”.

Me parece, que al menos una de las cosas que busca decir el guion, es que lo increíble esta oculto en todos y cada uno de nosotros, aunque muy pocos lo sepan.

Creo que el profesor entendió que aquel Juan, diciendo tal cosa, estaba haciendo allí algo increíble.

Además, su afán de decirle, todas las veces que podía a su hija: “sos increíble, nunca lo olvides”, confirma la posición.

Entonces, lo increíble se trata del reconocimiento.   

lunes, 30 de octubre de 2023

El hombre elefante

La pelicula "El hombre elefante" nos permite ver la idea que se desprende del art. 51 del código civil y comercial de la nación Argentina. "El reconocimiento" de la persona humana devenida de la idea de dignidad humana, y esta de la idea de solidaridad. 

La relación entre el hombre y el mundo. La forma de ver el mundo en relación a nuestra imagen. La imagen que el mundo crea de nosotros.   

¿Quién es el monstruo? ¿Adonde esta la deformación? 





Link al film (drive): Drive

Cinemateca: Armando Lopez Torres.

viernes, 1 de septiembre de 2023

Mas liviano que el aire




Permítanme hacer algunas reflexiones sobre ciertas cuestiones de la obra: "Mas liviano que el aire" vista en el teatro Vicente Cidade  de la ciudad de Posadas el día 26 de agosto del año 2023.

El recurso de mirar al publico detenidamente me parece inadecuado y poco efectivo en una obra teatral. Si una obra de teatro es la reproducción, en parte o total, de la vida en un escenario, esa experiencia no existe, ya que no hay sujeto en la vida real que se quede mirando detenidamente a un público particular, que por alguna particularidad también lo mira a este. Entiendo que esta rotura de la ilusión puede ser salvada, si existiera una creencia de mirar estrellas, y hacer del publico ellas. Al parecer esto puede ser una falta atribuida al director o a la directora de la obra, que seguramente, jamás han reflexionado sobre este punto, que, a su vez, es muy fácil de refutar. Mi parecer es, que la mayoría de estos, siempre eligen un mismo método con el único fin de alcanzar la facilidad.

Miren, hablar con alguien ausente físicamente en una escena, implica un gran esfuerzo de imaginación de los actores que sí están, y se ven en la necesidad de lograr una transición visual, al menos relativamente genuina, a un público que los observa. Se vera de esta manera, que la única conexión legitima que se puede dar con el público es aquella; siendo lo demás, tal vez, pura sanata. Dar la típica dirección de ocupar todo el escenario, o de que hacer con las manos, es una actividad muy común para ser subida a un escenario, espacio que siempre es exclusivo.

Mi pensamiento, es que la dirección debería estar mas atenta de sus actores y de sus capacidades, y no tanto del guion, para lograr de esta forma la mayor expresión posible de estos, y así una argumentación convincente. Ahora, lo que no se debería hacer, es creer que la tarea de dirigir se trate de un mero relleno de formularios, como si fuera un acto de gestión, en el sentido mas lato de la palabra.

La escenografía, otro punto importante en la composición, no escapa a la posición casi unánime entre escenógrafos, que no hacen mas que destruir su propia profesión. La lógica del minimalismo, es que menos es más, pero esa formula tiene que dar resultado. Si eso no ocurre, su tarea se resume a montar la “no” escena. Que haya solo una mesa y dos sillas, no es más, sino menos, y seguirá siéndolo pasado el tiempo. Esto también, de vuelta, implica mucho esfuerzo de imaginación por parte de los actores para representar y hacer ver un objeto que no existe en el espacio físico.

En resumen, lo que quiero decir de una manera clara, es que el 99 % de los actores de esta zona no viven actuando, o no viven para la actuación, o la actuación no los hace vivir. Para ser talentoso o en todo caso, tener posibilidad de serlo, hay que vivir actuando, o vivir para la actuación o que la actuación te haga vivir. En esto no hay vuelta de hoja y no hay ninguna posibilidad de apelación, porque así son las reglas de la naturaleza.

Por estas circunstancias coyunturales, creo que se podrían tomar una de dos opciones. La primera seria que ya no se realicen mas obras, no por prohibición sino por vergüenza. La segunda seria que la dirección tenga exclusiva dependencia de los actores por encima de los otros elementos. Seria algo así como: yo no elijo primero la historia e introduzco en ella actores, sino que elijo a los actores para que ellos mismos desarrollen la historia.

Otra cuestión será, reivindicar la figura del escenógrafo, iniciando por supuesto, desde su misma figura. Su reivindicación seria enfocarse en la observación y el estudio de ambientes. El vestuario viene acompañado de esto, y la iluminación seria la concentración de luz y sombras buscando resaltar aspectos relevantes de un paisaje. Tanto la música, como el silencio, deberían estar para manejar los tiempos.

El guion parece haber quedado atrapado en toda esta telaraña mal formada y en mis preocupaciones previas. Si bien entiendo que el conflicto inicial era, al parecer, alguien que entraba a robar al domicilio de dos hermanas de edad avanzada, y que ellas, logrando evitar el robo, lo encierran al ladrón en un baño. Al final, parece que todo lo habían soñado, y aquello fue tomado como un punto de partida y una meta, para luego rellenar de contenido todo el medio. Puede que yo este equivocado, y probablemente esto sea así, ya que me pase toda la obra escribiendo sobre ella sin prestar demasiado atención, entendiendo que no valía la pena hacer el esfuerzo. Solo digo que cuando la trama es tan desordenado y caótica, y no lo digo desde un enfoque clásico, sino desde la idea de la imposibilidad de poder entrar en los interdictos que se deberían formar por propio peso, se vuelve casi imposible poder leer con cierta holgura una obra. Uno termina saliendo tan confundido como si hubiese recibido un gran golpe en la cabeza.

En última instancia, mi ausencia prolongada en el teatro de la ciudad se debe a la falta de reciprocidad; no encuentro nada que pueda darme. Cuando el público se toma el tiempo para asistir a una obra, se espera recibir algo a cambio. Esta crítica no proviene de un lugar egoísta, sino de un profundo deseo de encontrar obras que nutran y desafíen al espectador. Al fin y al cabo, soy solidario. La obra de la que aquí hablo, me inspiró a compartir esto, aunque quizás... esto nació por estar solo y tener una cita intima con mi cuaderno.

 

 

 

  

 


martes, 8 de agosto de 2023

Roxana




 

La juventud es un sueño.

El amor el contenido de ese sueño.

Kierkegaard.




No me enojó que me digas que no. Quede encantado. El “no” es como un grupo de choque. Te sacude. Hace volar el polvo de tu solapa. Dispersa un poco la muerte. El no, es siempre un motor de arranque de algo nuevo. Antes de algo nuevo existe un no. El sí está sobrevalorado. El sí es continuo, como una línea. El no quiebra esa línea.  No me enojó que me digas que no la otra vez. Me gusto. Quede encantado.

- ¿Cómo está usted? - Estoy bien. - Digo: ¿se siente bien? – Mire. Me reconstruyo a cada hora, a cada paso. Ya no me importa que duela. Convivo y coexisto con el dolor. Cada día que despierto, hay unos segundos en donde siento dolor. Hice de todo para evitarlo. Despertar mas temprano, mas tarde, levantarme mas rápido, dormir con ropa, sin ropa, dejar la ventana abierta, estar en la oscuridad… no importa, haga lo que haga, el dolor siempre se presenta inevitablemente. Termine por darme cuenta que el dolor es parte de mí como un pedazo de uña, y ya no me importa que duela. Aunque en realidad, ahora sí me importa, porque deje de negarlo y no busco hacer nada para evitar aquello que nunca se ira; así que todo lo contrario, convivo y coexisto con “ella”, converso con ella, incluso la abrazo, como si fuese una amiga que necesita afecto en un mundo que esta desafectado. El dolor es intenso, pero al final hay una “gracia”, una “conversión”, como todas las cosas. Ahora, me despierto y espero que duela. Me digo: si no me duele, no me voy a curar. Quiero que duela todo lo que pueda aguantar mi cuerpo y mi alma, y también más. De esa forma me voy a curar. Volveré a ser un color puro, sin ninguna mezcla.

 

¿Fue esto la vida? Muy bien. Otra vez.

Nietzsche.



0





De camino al estudio, por la Av. Urquiza, vi a una mujer parada en una esquina, creo que era sobre la Av. Santa Catalina. Yo pasaba con el auto, lo cual mi observación no fue del todo clara, pero aun así pude notar que se trataba de una mujer con una belleza floreada en la piel. Su rostro, portaba una sonrisa cómplice con los demás que sabían que ella era una mujer hermosa como también ella lo sabía.

Salía a caminar, lo deduje por su ropa deportiva, calza y buzo rosado de algodón. A su lado llevaba un perro con correa; y aquí se presenta el primer elemento que contrasta con su belleza. No hay nada de lo que se pueda considerar estético, en una persona que tiene en la mano una correo y en el otro extremo a un animal. Mi crítica estética y ética se dispara.

En ese momento, había ocurrido la contaminación de la bahía de El Brete. Parte del rio del Paraná envuelto de desechos cloacales, es decir en mierda humana. Por la posición del cuerpo de esta mujer, deduje que se dirigía hacia ese lugar, hacia la costa, que quedaba a no más de cuatro cuadras de distancia de donde estaba. Su prestancia física y moral no armonizaba con lo que sucedía en ese contexto de tiempo y espacio. Mi crítica ética y política se dispara. Luego, entendí que su sonrisa cómplice no podía ser, entre tanto la vida no permitiría tenerla por el propio peso de su angustia, y allí mi crítica existencial se dispara. De todo eso, no quedaba más que solo una belleza que no se extendía más allá de su propia piel.

Me gustaría hacer una pequeña aclaración. Cuando hago referencia a una persona con una correa y un perro, en realidad me refiero a esa gente que hace de la correa, del animal y de la forma de colocar la mano, como parte de su vestimenta. Como un accesorio más, como si fuese lo mismo que utilizar un cinto o un sombrero. Quiero decir, hacer del animal un objeto más, llevando a la misma persona que lo sujeta a convertirse también en uno, perdiendo su condición de persona.

Cuando llegue al estudio, me detuve en frente y me quede pensando. A veces, apenas llego o apenas salgo me quedo pensando si verdaderamente quiero entrar o irme, si quiero seguir con esto que hago, o quiero hacer otra cosa o no quiero hacer nada. Si pienso mucho, me doy cuenta que este mundo no te da ningún margen para caerte y eso me desespera un poco. Después, veo que se acerca caminando una chica por la vereda. Cuando está a pocos metros de mi auto, la observo desde adentro y ella también lo hace a través de los vidrios polarizados. Como ella está afuera y yo adentro, seguramente yo la veo mejor. Ella me vera un poco en penumbras, además yo la veo de pie, en movimiento, ella me ve quieto y sentado. Su mirada era violenta, pesada, como enojada por todos los pasos que todavía le faltaban por hacer para llegar a su destino. Si bien su belleza, era contraria a la mujer vista unos minutos atrás, también afloraba en su piel, pero de un modo diferente. Una belleza rara. Esta chica no sonreía, estaba vestida de negro como señal de luto; su cabello rubio y su piel pálida contrastaban perfectamente con su ropa. No llevaba ninguna correa, y en el momento justo que paso por mi lado, saco un cigarrillo del bolsillo de su campera, se lo llevo a la boca y lo encendió. El motivo por el cual me gustan las personas que fuman, es que en ellas hay algo malo en su interior que necesita ser ahogado por el humo que se inhala.

Era una mujer atormentada. Como Alejandra. Como yo. Como lo eras vos, y por eso me gustabas.  


Una vez vos me propusiste un: “¿qué tal si Roxana y Exequiel se van de viaje juntos?”. Lo decías coincidiendo con nosotros, y nuestro viaje al sur. Yo no te dije nada porque no quería mencionar que Roxana y Exequiel se terminaban separando, volviéndose seres melancólicos y sensibles a un mundo que se apagaba a su alrededor, ante sus ojos.

Te conté sobre Roxana y Exequiel, te leí su historia y la cambié según tus recomendaciones. Cuando escribía algo nuevo, te lo mostraba para que los observaras. Una vez, cuando estaba en Mar del Plata y vos en Buenos Aires, te compartí una situación en que Roxana y Exequiel estaban en un concierto de música clásica. A Exequiel se le cae su lapicera sobre la alfombra roja y no logra encontrarla, porque la lapicera era del mismo color que la alfombra. En esa búsqueda, Exequiel nota las piernas de Roxana, sobreviniéndole la misma sensación que tendría un mendigo al encontrar una billetera cargada de billetes, entonces, no se resiste a tocarla, levanta levemente su pollera y descubre su tanga roja, del mismo color que la alfombra y su birome. Eso había pasado con nosotros dos cuando fuimos al teatro un par de meses atrás.

Lo que yo te quería decir, era por un lado que yo pensaba mucho en vos aun estando lejos de tu cuerpo, lejanía que ya se constituía cuando estaba a más quince metros de distancia. Que lejos te siento hoy pero que cerca te pienso. Por otro lado, el mensaje era como una metáfora. Exequiel se olvida de su birome al mismo tiempo que se concentra en la tanga de Roxana. Era el dilema entre escribir o estar con Roxana. Evidentemente Exequiel, en realidad, era un escritor como yo y no un empresario del arte como lo había descripto en algún momento. Así que como todo escritor, también para Exequiel era un problema cuando no escribía, y todas las personas que ocupaban ese espacio vacío de no estar escribiendo de una forma lo suficientemente intensa, también se volvían un problema como persona para él.

A mí me pasaba eso con vos, aunque no siempre y tampoco con una suficiente intensidad de determinación. Digo, a la historia de Roxana y Exequiel la escribe en tu casa, con vos, mientras cocinabas o hacías tazas de arcilla; lo mío no escapa de una contradicción propia de todo ser humano, donde me pregunto, al igual que Erdosain, el personaje de Roberto Arlt, “¿Porque existe en mi un vacío tan inmenso, un vacío en el que mi consciencia se disuelve sin acertar con palabras que ahuyenten mi pena de un modo eterno?”.

No quise escribir más la historia por qué no la podía manipular con las manos. Sabía que si no quería que se termine, lo único que podía hacer era dejar de escribir, ya que si lo hacía no podía influir en ellos. Me había vuelto un titiritero cuyas manos eran manejadas por sus propias marionetas. No quise escribir más sobre ellos, pero en ese momento no te dije nada y ante tu propuesta solo sonríe y miré lejos.




0




Exequiel no dormía mucho, no por falta de tiempo pero sí por que dormir demasiado lo hacía soñar. Exequiel tenía problemas con los sueños. Unos minutos de más con los ojos cerrados y el mundo de los sueños estaba ante él. Precisamente el sueño para Exequiel era un dilema, una incógnita, algo normal a lo que preguntarse. Después de soñar le dolían los brazos y la cabeza. Le costaba levantarse. Vivir un sueño es agotador. Y vivirlo tan precisamente mucho más. Había soñada con ella. Ante la pregunta de: -¿Cómo estás? Ella respondía - Ahora feliz de tener tu lindo rostro de nuevo cerca. Y lo abrazaba.

Exequiel, con emociones desbordantes, no aguantaba y le besaba los cabellos, el cuello y la frente.  Ella decía - ¡Para! Guarda un poco para después. Y se reía. Para Exequiel no había un después.

Exequiel la busco a la salida de una tienda de ropas, él tenía un descapotable, era azul con butacas de cuero y yantas de aluminio, se fueron a un parque y se sentaron en un banco algo escondidos, pero a la vez, a la vista de todos. Allí conversaron, él le contó su día y ella contó todos los días que había pasado sin él.  

No sé si Roxana estaba allí. No sé si Roxana era ella o espiaba a ellos desde algún rincón detrás de un árbol. No lo sé. Pero sé que Exequiel al menos sospechaba que Roxana estaba allí. 




 


domingo, 2 de julio de 2023

Cor Vata

Ya sentado en el avión, mi ventanilla daba al parque de la ciudad, ruta 12, a una altura aproximada al templo laosiano. Recordé que solo hace cuatro días atrás, estaba del otro lado de la verja con mis amigos, viendo aviones pasar; ahora yo estoy en uno de ellos, solo. El destino del avión es Córdoba, no tengo idea cual será el mío. Bajare del avión y me tomare un colectivo directo al centro. Bajare en la última parada, que es la terminal de ómnibus, y de allí caminare hasta el hotel. Me bañare, fumare un pucho en la habitación, mirare un rato la tele, oleré las sabanas y luego iré por un trago y algo de comer. Mientras esté comiendo, observaré pasar chicas y escucharé conversaciones ajenas.

Miraba el ala derecha del avión. Comienza el despegue. Los despegues son lindos. Se siente la fuerza del motor en el pecho, la turbina que empuja algo tan pesado hacia arriba, al cielo. Miro por la ventanilla. Literalmente, tengo el ala derecha del avión en mi misma línea. De una forma extraña me comunico con ese pedazo de metal. Lo observo y deseo que esa misma ala sea mi brazo derecho, haciendo fuerza, allí en el exterior. Estoy dentro de una cabina hermética y quiero estar afuera. 

Cuando el avión se elevó, tenía la vista dirigida a Posadas. Ya no es solo un punto concreto de la ciudad, sino toda ella. Desde el puente de la av. Chacabuco sobre el arroyo Mártires al puente San Roque sobre el rio Paraná. De oeste a este, de norte a sur. Pienso que la ciudad ha sido dibujada exclusivamente para verla desde esta distancia, y además de noche. Miles de luces forman una hermosa melodía. Me alegro de vivir allí. Me pongo contento. Recuerdo a mis padres, a mis amigos, a algunos estudiantes, a mis animales, recuerdo todos los rostros que alguna vez vi. Me pongo muy contento. 

La punta del ala del avión tenía una luz fija y otra parpadeante. Esa luz, que en un momento del viaje se convirtió en la única luz, junto con una estrella, me hacia vivir de una forma extraña en el exterior. Durante todo el viaje me quede mirándola.