lunes, 16 de septiembre de 2024

DE LA PRIMERA VEZ QUE ME LLAMARON PARA ESCRIBIR EN UN DIARIO

 



No niego que el camino fue difícil. Leer y escribir durante tres horas y cuarto, todos los días, por más de diez años, no es tarea sencilla. Con el tiempo, la repetición ayuda y facilita la labor, pero lo realmente complicado es no querer dejar de repetir. Es decir, nunca dejar de buscarle sentido a esa repetición.

El director del diario, Francisco, me llamó a las siete de la mañana de un viernes. Tres días antes, por correo electrónico, habíamos acordado que esa fecha era conveniente para ambos. La llamada fue puntual, precedida por un mensaje cinco minutos antes. Duró aproximadamente treinta minutos, y tuvo un estilo que combinaba entrevista y divulgación. Básicamente, me limité a escuchar, responder y hacer muy pocas preguntas. Hablamos sobre derechos de autor, línea editorial, pauta publicitaria y pagos.

Francisco empezó a decir lo interesante que le parecía mi perfil: un abogado con estudios en derecho constitucional, soberanía política y cultura, además de docente. Un abogado multiforme (como si tuviera muchos tentáculos). También mencionó lo interesante de mis artículos y cómo había construido mi blog durante casi seis años. Aclaró que conmigo estaban haciendo, algo asi como una excepción, ya que solían buscar redactores que fueran periodistas o licenciados en comunicación, u otras carreras afines.

Por supuesto, mientras él hablaba, yo trataba de recordar cuándo había recibido una alabanza tan poética tan temprano en la mañana. Me vino a la mente los besos de mi padre. Sentí un cosquilleo raro recorriendo mis extremidades; mis sentidos, mis órganos, mis ojos, encandilaban, se escandalizaban, se despertaban por algo más supremo que los botones de mi saco. Caí en lo real del sueño. Es hermoso eso. Cientos de miles de veces, comente a mis seres queridos, al mar, a la estrella, al planeta, que yo ansiaba escribir en un diario. Una idea prolongada tanto en mí que se hiso un sueño.

El intercambio telefónico, a pesar de la distancia entre mi ciudad y la capital del país, estaba acercando ese sueño a mí.

—Te veo escribiendo notas de opinión sobre política, pero también están disponibles las secciones de cultura y sociedad —me dijo Francisco.

— ¿Cuántas notas de opinión? —pregunté.

—Una cada tres meses —respondió.

—Enviaré una por mes, por el mismo pago —afirmé.

—Perfecto. Mándanos una foto de tu rostro, con fondo gris y serio. Una vez que tengamos eso, te habilitaremos una cuenta en la plataforma del diario y podrás empezar a subir tus textos. Dependiendo de la actualidad del tema elegido, los correctores trabajarán más o menos rápido, y luego los publicaremos.

—Perfecto —respondí.

Cuando terminó la llamada, seguí pensando en ese sueño, que ahora se hacía tangible, como algo que había bajado de lo etéreo a la proximidad de mi cuerpo, al alcance de mi mano. Cinco minutos después, ya estaba en un grupo de WhatsApp con más de cincuenta redactores que trabajaban para el diario, gente de todo el país.

Sentí que ese grupo debía llamarse "los soñadores", y no simplemente redactores. "Los soñadores" es una película de Bertolucci que me atrajo desde la primera vez que la vi (la proyecte en mi cumpleaños numero 30, fue una noche hermosa), por su forma honesta y clara de manifestar un sueño a través del arte, en este caso, el cine. Lo particular de esa película es que no se trataba de un soñador en singular, sino de soñadores en plural. Un solo sueño colectivo. Entendí que los integrantes de ese grupo de WhatsApp eran, al igual que yo, soñadores con un sueño que, de alguna manera, se parecía mucho al mío. No me era indiferente la energía que empezaba a torear.

Aprendí que un sueño, cuando se convierte en realidad, tiene su propia autonomía, su forma, su propia manipulación, su modulación. Hay algo en él que lo pinta más hermoso que lo que habías imaginado, pensado, buscado.

Fue la primera vez que me llamaron para escribir en un diario. Ni bien, solo me queda formar un nuevo sueño, y soñarlo. Un sueño como este, que ahora puedo tocar. Al final, todo se trata de la idea de que el sueño es estar soñando. De lo procedimental, no de lo sustancial.  

viernes, 13 de septiembre de 2024

Algunas notas de cuaderno (2)

 





LA FLACA QUE MIRABA EL SOL

-          No mires al sol

-          ¿Por qué? <Me pregunto>

-          Hace mal a la vista. <Le respondí>

-          Miralo, miralo ahora, miralo, miralo ahora, mira su aura, mira sus rayos. <Me decía>

-          ¿Lo ves? ¿Ves que no hace nada? Solo te cambia el color de los ojos.

Vi sus ojos de color naranja. Estábamos sentados en la tierra mirando hacia donde el sol se apaga en el océano. Sentíamos como girábamos en un mundo que es redondo. Otra vez me pidió que mire al sol.

-         Miralo, miralo ahora, miralo. <Me decía>

Yo miraba sus ojos, y estaban naranja, y miraba su aura, y miraba sus rayos, y así fue que quede ciego.

 


 

Hoy voy a estallar.

Hoy lo voy hacer.

Hoy lo logro. Lo logro. Logro.

Que calor se siente en el cuerpo. Me encanta sentir. Me encantar sentir mis labios doblados y desarmados de buena madera. Me encantar sentir el vapor de mi cuerpo. Sentir los insectos que se me pegan. En la nariz, en la boca. Me encanta estar vivo.

Ya te había dicho que la muerte no me gusta. No quiero estar muerto nunca. Quiero sentir como todavía tiembla mi cuerpo. Quiero poder escribir con ganas, con todas las ganas de esta ciudad pobre y desalmada, de buena madera.

Hoy lo voy a lograr.

Me estoy alejando. Hoy no volví a tirar hacia tu lugar. Hay algo en mí que es un planeta. Vos me lo dijiste. Yo siento que es un planeta. Puede ser Saturno o Neptuno. Seguramente, muchos piensan lo mismo, que son un planeta. Pero no siempre. Algunas veces, cada tanto. La mayoría de los días no me doy cuenta. Me confundo en el espejo y empiezo a cometer las mismas estupideces que yo mismo. Pero a veces siento que soy un planeta, puede ser júpiter o Neptuno, y ahí, y es ahí, donde me puedo volver indestructible.


 


La hoja. De la rama del árbol. En la tierra del mundo. La mariposa.

Ahí no había nada para ella. Una pequeña pizca del viento del mundo.

El viento provenía de los árboles. Los arboles provenían del mundo.

La tierra. Era el mundo. Donde crecían los árboles.

Las hojas formaban la tierra. Que era el mundo.

La tierra. Hacia crecer los árboles.

Allí estaban ellas. Mariposas. Al sorbo de la pequeña pizca del viento.

 

 


MONEDAS DE ORO

Lo nuestro es un tesoro. Como todo tesoro es algo valioso. Imaginate un cofre lleno de monedas de oro. Pero a veces, también de los tesoros uno se cansa. También los tesoros tienen efectos negativos. Contraproducentes. Entonces, uno se aleja.

Aunque uno se canse, un tesoro es un tesoro, y nadie lo quiere soltar. Nadie quiere dejar un cofre de monedas de oro. Como lo nuestro es un tesoro, es muy difícil dejarlo. Desprenderse, es un desgarro que lastima, y mucho.

Trato de pensar que no deberíamos estar tristes, aunque es imposible evitarlo. Trato de creer que nuestra relación no morirá jamás. Lo nuestro es un tesoro. Como todo tesoro es algo sólido. Imaginate un cofre lleno de monedas de oro. 

Tampoco soy tonto. Sé que la tristeza nunca se ira, al menos no del todo. Con el tiempo, tendremos intervalos más largos sin ella. Serán horas, días, semanas, meses, hasta que por fin una sola vez al año la veremos entrometida en nuestros asuntos, cubierta por las tantas cosas nuevas que nos fueran ocurriendo.

Ahora, nosotros, tendremos que seguir nuestros caminos, cumplir nuestros objetivos, crecer en todos los aspectos, ser mejores, elevarnos, sin pisar a nadie ni a nada.

La vida, al final de todo siempre es una cagada, pero es esa rareza, en donde a veces todo se acomoda de una forma extrañamente maravillosa. Quizás, quien sabe, todavía no tiramos nuestra última piedra al rio. La mejor piedra. La más plana. La que más sapitos hace en el agua.

Pero hasta ese día, debemos practicar, día y noche, noche y día. En días que seguirán siendo lo mismo, y pesaran lo mismo. Pero vamos a aguantar. Porque somos buenos. Nosotros, somos un tesoro. Imagine un cofre lleno de monedas de oro.

 


  

Me vi al espejo. Mi figura. En un espejo completo. En toda la pared. De arriba a abajo. De lado a lado. Mi cuerpo. Tengo un cuerpo raro. Mi columna y mi espalda están dobladas. Mis brazos son largos. Más largos que la media. Mis piernas también. Mis manos son grandes y mis dedos finos; también están doblados. Desde mi rostro hasta mis pies, expongo con gran remate huesos marcados, pronunciados en las aberturas de mis articulaciones. Mi cabeza es casi tan grande como mi pecho. Soy flaco, al punto de ser visible mi costilla. También mis dientes están doblados, al igual que mi nariz. Todo mi cuerpo esta cruzado. Soy un deforme.

Mi cabello es blando y suave. Tengo buenos ojos, y una vista poderosa. Mi forma de hablar es relativamente seductora y lenta. Muevo mucho las manos y observo lejos. Mi paso es sereno y pacífico. A pesar de mi peso, camino pesado. Tengo poco carne pero mis huesos ocupan mucho espacio. Aunque no siempre, casi siempre me visto elegante y a la vez modesto. No es difícil identificarme, lo que habla de mi personalidad.

Después de verme en el espejo y reconocerme, me he dado cuenta que estoy atrapado en mí mismo.   

 



DUELE

Inmediatamente que la vi pensé en vos.  Me puso triste saber que te dolía, y ahí no más lo empecé a sentir yo. El dolor fue insoportable y busque, respirar con más intensidad para ver si lo podía sacar de mi cuerpo. Me fui a caminar, la noche estaba hermosa y vi tu risa en un banco entre azaleas de la plazoleta. Intente reír para ver si vos también me podías ver, pero el gesto de la boca ablando mis ojos y me eche a llorar.

Duele. Duele fuerte. Como el frio en invierno. Duele como el sol en enero. Capaz que no recordé pero si lo vi otra vez; tu rostro en la cama por última vez. Duele. Como el objeto que se rompe en varios pedazos, y se pierde por debajo de la mesa. Duele, maldita sea como duele. Y escribo. Me encierro. Diez años solo.

No pienso en comer, son casi las 1 de la mañana y no pienso en comer. El vino blanco asienta bien, y no quiero dejarlo ir. No siempre estoy en compañía en este horario del día, donde las obligaciones aprietan al otro día temprano, aprietan. Quise aprovechar y vivir un poco, quiero vivir un poco la vida. La rutina es exigente, muchos horarios, y el permitido estaba bien, el permiso está bien, también el gracias, el muy amable.

Por eso quiero que alguien me responda ¿cómo algo tan lleno de vida puede morir?