lunes, 13 de noviembre de 2023

Yo quería ser un planeta

 






Ph: M.I.


 

Todos corrían y yo quería ser un planeta. 

Había inundaciones y saltaba charcos de arena para no mojar mi sombrero de suela color marrón.

Mis dedos se doblaron y yo quería ser un planeta. 

Cuando toque tu rostro con una mano, comunique a la otra, que sostenga el cuerpo apoyándola en la pared de la esquina de aquel pueblo pacifico.

El agua mojo mi frente y yo quería ser un planeta, y mire por la vidriera. 

Aunque ya estaba llegando, no había forma de abrigarme de la luz que entraba entre medianeras, y decidí estirar las mangas de mi saco y reducir mis brazos.

Yo quería ser un planeta, cuando el fuego se reflejó en la lluvia brillando hacia las praderas, yo, lo único que quería, era ser un planeta, para ver tus ojos durante el día cuando todavía es de noche, cuando todavía la luz es interna.






viernes, 10 de noviembre de 2023

Jardin

 Y Almustafá guardo silencio, y miró a lo lejos hacia las colinas y hacia el vasto espacio etéreo, y se advertía que en su silencio se libraba una batalla:

Entonces dijo: “amigos míos y compañeros del camino; compadeced la nación hinchada de creencias y vacía de religión”.

“Compadeced a la nación que viste telas que ella no ha tejido, come un pan que no ha sembrado, y bebe un vino que no fluye de su propio lagar”.

“Compadeced a la nación que aclama al espadachín pendenciero como a un héroe, y que considera al fastuoso conquistador como a un bienhechor”.

“Compadeced a la nación que no alza su voz sino cuando marcha a un funeral, no se jacta sino en medio de sus ruinas, y no se rebela sino cuando tiene el cuello entre el hacha del verdugo y el patíbulo”.

“Compadeced a la nación en que los sabios son mudos cargados de años y cuyos hombres fuertes están todavía en la cuna”.

“Compadeced a la nación partida en pedazos, y en la cual cada pedazo se considera a sí mismo una nación”.

 

"El jardín del profeta". Khalil Gibran





Ph. M.I.







lunes, 6 de noviembre de 2023

La ballena

 




De la pelicula: “La ballena”.

El profesor se enoja y dice, por medio de un correo, a sus alumnos: “ya me cansé, escriban algo sincero”.

Al otro día, en clases de videollamada, agradece a todos los que escribieron y empieza a leer en vos alta algunos de los textos. Particularmente uno decía así: “Soy Juan, y ya me di cuenta que en mi vida nunca sucederá nada increíble”.

A los pocos minutos, el profesor abandona la clase tirando su notebook a un lado y empieza a conversar con su amiga, sabiendo que se acercaba la muerte hacia su corazon.

Se me escapan una cantidad importante de detalles, pero lo que me interesa decir, es que en ese momento, tan crucial, él confiesa: “la gente es increíble”.

Me parece, que al menos una de las cosas que busca decir el guion, es que lo increíble esta oculto en todos y cada uno de nosotros, aunque muy pocos lo sepan.

Creo que el profesor entendió que aquel Juan, diciendo tal cosa, estaba haciendo allí algo increíble.

Además, su afán de decirle, todas las veces que podía a su hija: “sos increíble, nunca lo olvides”, confirma la posición.

Entonces, lo increíble se trata del reconocimiento.   

lunes, 30 de octubre de 2023

El hombre elefante

La pelicula "El hombre elefante" nos permite ver la idea que se desprende del art. 51 del código civil y comercial de la nación Argentina. "El reconocimiento" de la persona humana devenida de la idea de dignidad humana, y esta de la idea de solidaridad. 

La relación entre el hombre y el mundo. La forma de ver el mundo en relación a nuestra imagen. La imagen que el mundo crea de nosotros.   

¿Quién es el monstruo? ¿Adonde esta la deformación? 





Link al film (drive): Drive

Cinemateca: Armando Lopez Torres.

viernes, 1 de septiembre de 2023

Mas liviano que el aire




Permítanme hacer algunas reflexiones sobre ciertas cuestiones de la obra: "Mas liviano que el aire" vista en el teatro Vicente Cidade  de la ciudad de Posadas el día 26 de agosto del año 2023.

El recurso de mirar al publico detenidamente me parece inadecuado y poco efectivo en una obra teatral. Si una obra de teatro es la reproducción, en parte o total, de la vida en un escenario, esa experiencia no existe, ya que no hay sujeto en la vida real que se quede mirando detenidamente a un público particular, que por alguna particularidad también lo mira a este. Entiendo que esta rotura de la ilusión puede ser salvada, si existiera una creencia de mirar estrellas, y hacer del publico ellas. Al parecer esto puede ser una falta atribuida al director o a la directora de la obra, que seguramente, jamás han reflexionado sobre este punto, que, a su vez, es muy fácil de refutar. Mi parecer es, que la mayoría de estos, siempre eligen un mismo método con el único fin de alcanzar la facilidad.

Miren, hablar con alguien ausente físicamente en una escena, implica un gran esfuerzo de imaginación de los actores que sí están, y se ven en la necesidad de lograr una transición visual, al menos relativamente genuina, a un público que los observa. Se vera de esta manera, que la única conexión legitima que se puede dar con el público es aquella; siendo lo demás, tal vez, pura sanata. Dar la típica dirección de ocupar todo el escenario, o de que hacer con las manos, es una actividad muy común para ser subida a un escenario, espacio que siempre es exclusivo.

Mi pensamiento, es que la dirección debería estar mas atenta de sus actores y de sus capacidades, y no tanto del guion, para lograr de esta forma la mayor expresión posible de estos, y así una argumentación convincente. Ahora, lo que no se debería hacer, es creer que la tarea de dirigir se trate de un mero relleno de formularios, como si fuera un acto de gestión, en el sentido mas lato de la palabra.

La escenografía, otro punto importante en la composición, no escapa a la posición casi unánime entre escenógrafos, que no hacen mas que destruir su propia profesión. La lógica del minimalismo, es que menos es más, pero esa formula tiene que dar resultado. Si eso no ocurre, su tarea se resume a montar la “no” escena. Que haya solo una mesa y dos sillas, no es más, sino menos, y seguirá siéndolo pasado el tiempo. Esto también, de vuelta, implica mucho esfuerzo de imaginación por parte de los actores para representar y hacer ver un objeto que no existe en el espacio físico.

En resumen, lo que quiero decir de una manera clara, es que el 99 % de los actores de esta zona no viven actuando, o no viven para la actuación, o la actuación no los hace vivir. Para ser talentoso o en todo caso, tener posibilidad de serlo, hay que vivir actuando, o vivir para la actuación o que la actuación te haga vivir. En esto no hay vuelta de hoja y no hay ninguna posibilidad de apelación, porque así son las reglas de la naturaleza.

Por estas circunstancias coyunturales, creo que se podrían tomar una de dos opciones. La primera seria que ya no se realicen mas obras, no por prohibición sino por vergüenza. La segunda seria que la dirección tenga exclusiva dependencia de los actores por encima de los otros elementos. Seria algo así como: yo no elijo primero la historia e introduzco en ella actores, sino que elijo a los actores para que ellos mismos desarrollen la historia.

Otra cuestión será, reivindicar la figura del escenógrafo, iniciando por supuesto, desde su misma figura. Su reivindicación seria enfocarse en la observación y el estudio de ambientes. El vestuario viene acompañado de esto, y la iluminación seria la concentración de luz y sombras buscando resaltar aspectos relevantes de un paisaje. Tanto la música, como el silencio, deberían estar para manejar los tiempos.

El guion parece haber quedado atrapado en toda esta telaraña mal formada y en mis preocupaciones previas. Si bien entiendo que el conflicto inicial era, al parecer, alguien que entraba a robar al domicilio de dos hermanas de edad avanzada, y que ellas, logrando evitar el robo, lo encierran al ladrón en un baño. Al final, parece que todo lo habían soñado, y aquello fue tomado como un punto de partida y una meta, para luego rellenar de contenido todo el medio. Puede que yo este equivocado, y probablemente esto sea así, ya que me pase toda la obra escribiendo sobre ella sin prestar demasiado atención, entendiendo que no valía la pena hacer el esfuerzo. Solo digo que cuando la trama es tan desordenado y caótica, y no lo digo desde un enfoque clásico, sino desde la idea de la imposibilidad de poder entrar en los interdictos que se deberían formar por propio peso, se vuelve casi imposible poder leer con cierta holgura una obra. Uno termina saliendo tan confundido como si hubiese recibido un gran golpe en la cabeza.

En última instancia, mi ausencia prolongada en el teatro de la ciudad se debe a la falta de reciprocidad; no encuentro nada que pueda darme. Cuando el público se toma el tiempo para asistir a una obra, se espera recibir algo a cambio. Esta crítica no proviene de un lugar egoísta, sino de un profundo deseo de encontrar obras que nutran y desafíen al espectador. Al fin y al cabo, soy solidario. La obra de la que aquí hablo, me inspiró a compartir esto, aunque quizás... esto nació por estar solo y tener una cita intima con mi cuaderno.

 

 

 

  

 


martes, 8 de agosto de 2023

Roxana




 

La juventud es un sueño.

El amor el contenido de ese sueño.

Kierkegaard.




No me enojó que me digas que no. Quede encantado. El “no” es como un grupo de choque. Te sacude. Hace volar el polvo de tu solapa. Dispersa un poco la muerte. El no, es siempre un motor de arranque de algo nuevo. Antes de algo nuevo existe un no. El sí está sobrevalorado. El sí es continuo, como una línea. El no quiebra esa línea.  No me enojó que me digas que no la otra vez. Me gusto. Quede encantado.

- ¿Cómo está usted? - Estoy bien. - Digo: ¿se siente bien? – Mire. Me reconstruyo a cada hora, a cada paso. Ya no me importa que duela. Convivo y coexisto con el dolor. Cada día que despierto, hay unos segundos en donde siento dolor. Hice de todo para evitarlo. Despertar mas temprano, mas tarde, levantarme mas rápido, dormir con ropa, sin ropa, dejar la ventana abierta, estar en la oscuridad… no importa, haga lo que haga, el dolor siempre se presenta inevitablemente. Termine por darme cuenta que el dolor es parte de mí como un pedazo de uña, y ya no me importa que duela. Aunque en realidad, ahora sí me importa, porque deje de negarlo y no busco hacer nada para evitar aquello que nunca se ira; así que todo lo contrario, convivo y coexisto con “ella”, converso con ella, incluso la abrazo, como si fuese una amiga que necesita afecto en un mundo que esta desafectado. El dolor es intenso, pero al final hay una “gracia”, una “conversión”, como todas las cosas. Ahora, me despierto y espero que duela. Me digo: si no me duele, no me voy a curar. Quiero que duela todo lo que pueda aguantar mi cuerpo y mi alma, y también más. De esa forma me voy a curar. Volveré a ser un color puro, sin ninguna mezcla.

 

¿Fue esto la vida? Muy bien. Otra vez.

Nietzsche.



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De camino al estudio, por la Av. Urquiza, vi a una mujer parada en una esquina, creo que era sobre la Av. Santa Catalina. Yo pasaba con el auto, lo cual mi observación no fue del todo clara, pero aun así pude notar que se trataba de una mujer con una belleza floreada en la piel. Su rostro, portaba una sonrisa cómplice con los demás que sabían que ella era una mujer hermosa como también ella lo sabía.

Salía a caminar, lo deduje por su ropa deportiva, calza y buzo rosado de algodón. A su lado llevaba un perro con correa; y aquí se presenta el primer elemento que contrasta con su belleza. No hay nada de lo que se pueda considerar estético, en una persona que tiene en la mano una correo y en el otro extremo a un animal. Mi crítica estética y ética se dispara.

En ese momento, había ocurrido la contaminación de la bahía de El Brete. Parte del rio del Paraná envuelto de desechos cloacales, es decir en mierda humana. Por la posición del cuerpo de esta mujer, deduje que se dirigía hacia ese lugar, hacia la costa, que quedaba a no más de cuatro cuadras de distancia de donde estaba. Su prestancia física y moral no armonizaba con lo que sucedía en ese contexto de tiempo y espacio. Mi crítica ética y política se dispara. Luego, entendí que su sonrisa cómplice no podía ser, entre tanto la vida no permitiría tenerla por el propio peso de su angustia, y allí mi crítica existencial se dispara. De todo eso, no quedaba más que solo una belleza que no se extendía más allá de su propia piel.

Me gustaría hacer una pequeña aclaración. Cuando hago referencia a una persona con una correa y un perro, en realidad me refiero a esa gente que hace de la correa, del animal y de la forma de colocar la mano, como parte de su vestimenta. Como un accesorio más, como si fuese lo mismo que utilizar un cinto o un sombrero. Quiero decir, hacer del animal un objeto más, llevando a la misma persona que lo sujeta a convertirse también en uno, perdiendo su condición de persona.

Cuando llegue al estudio, me detuve en frente y me quede pensando. A veces, apenas llego o apenas salgo me quedo pensando si verdaderamente quiero entrar o irme, si quiero seguir con esto que hago, o quiero hacer otra cosa o no quiero hacer nada. Si pienso mucho, me doy cuenta que este mundo no te da ningún margen para caerte y eso me desespera un poco. Después, veo que se acerca caminando una chica por la vereda. Cuando está a pocos metros de mi auto, la observo desde adentro y ella también lo hace a través de los vidrios polarizados. Como ella está afuera y yo adentro, seguramente yo la veo mejor. Ella me vera un poco en penumbras, además yo la veo de pie, en movimiento, ella me ve quieto y sentado. Su mirada era violenta, pesada, como enojada por todos los pasos que todavía le faltaban por hacer para llegar a su destino. Si bien su belleza, era contraria a la mujer vista unos minutos atrás, también afloraba en su piel, pero de un modo diferente. Una belleza rara. Esta chica no sonreía, estaba vestida de negro como señal de luto; su cabello rubio y su piel pálida contrastaban perfectamente con su ropa. No llevaba ninguna correa, y en el momento justo que paso por mi lado, saco un cigarrillo del bolsillo de su campera, se lo llevo a la boca y lo encendió. El motivo por el cual me gustan las personas que fuman, es que en ellas hay algo malo en su interior que necesita ser ahogado por el humo que se inhala.

Era una mujer atormentada. Como Alejandra. Como yo. Como lo eras vos, y por eso me gustabas.  


Una vez vos me propusiste un: “¿qué tal si Roxana y Exequiel se van de viaje juntos?”. Lo decías coincidiendo con nosotros, y nuestro viaje al sur. Yo no te dije nada porque no quería mencionar que Roxana y Exequiel se terminaban separando, volviéndose seres melancólicos y sensibles a un mundo que se apagaba a su alrededor, ante sus ojos.

Te conté sobre Roxana y Exequiel, te leí su historia y la cambié según tus recomendaciones. Cuando escribía algo nuevo, te lo mostraba para que los observaras. Una vez, cuando estaba en Mar del Plata y vos en Buenos Aires, te compartí una situación en que Roxana y Exequiel estaban en un concierto de música clásica. A Exequiel se le cae su lapicera sobre la alfombra roja y no logra encontrarla, porque la lapicera era del mismo color que la alfombra. En esa búsqueda, Exequiel nota las piernas de Roxana, sobreviniéndole la misma sensación que tendría un mendigo al encontrar una billetera cargada de billetes, entonces, no se resiste a tocarla, levanta levemente su pollera y descubre su tanga roja, del mismo color que la alfombra y su birome. Eso había pasado con nosotros dos cuando fuimos al teatro un par de meses atrás.

Lo que yo te quería decir, era por un lado que yo pensaba mucho en vos aun estando lejos de tu cuerpo, lejanía que ya se constituía cuando estaba a más quince metros de distancia. Que lejos te siento hoy pero que cerca te pienso. Por otro lado, el mensaje era como una metáfora. Exequiel se olvida de su birome al mismo tiempo que se concentra en la tanga de Roxana. Era el dilema entre escribir o estar con Roxana. Evidentemente Exequiel, en realidad, era un escritor como yo y no un empresario del arte como lo había descripto en algún momento. Así que como todo escritor, también para Exequiel era un problema cuando no escribía, y todas las personas que ocupaban ese espacio vacío de no estar escribiendo de una forma lo suficientemente intensa, también se volvían un problema como persona para él.

A mí me pasaba eso con vos, aunque no siempre y tampoco con una suficiente intensidad de determinación. Digo, a la historia de Roxana y Exequiel la escribe en tu casa, con vos, mientras cocinabas o hacías tazas de arcilla; lo mío no escapa de una contradicción propia de todo ser humano, donde me pregunto, al igual que Erdosain, el personaje de Roberto Arlt, “¿Porque existe en mi un vacío tan inmenso, un vacío en el que mi consciencia se disuelve sin acertar con palabras que ahuyenten mi pena de un modo eterno?”.

No quise escribir más la historia por qué no la podía manipular con las manos. Sabía que si no quería que se termine, lo único que podía hacer era dejar de escribir, ya que si lo hacía no podía influir en ellos. Me había vuelto un titiritero cuyas manos eran manejadas por sus propias marionetas. No quise escribir más sobre ellos, pero en ese momento no te dije nada y ante tu propuesta solo sonríe y miré lejos.




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Exequiel no dormía mucho, no por falta de tiempo pero sí por que dormir demasiado lo hacía soñar. Exequiel tenía problemas con los sueños. Unos minutos de más con los ojos cerrados y el mundo de los sueños estaba ante él. Precisamente el sueño para Exequiel era un dilema, una incógnita, algo normal a lo que preguntarse. Después de soñar le dolían los brazos y la cabeza. Le costaba levantarse. Vivir un sueño es agotador. Y vivirlo tan precisamente mucho más. Había soñada con ella. Ante la pregunta de: -¿Cómo estás? Ella respondía - Ahora feliz de tener tu lindo rostro de nuevo cerca. Y lo abrazaba.

Exequiel, con emociones desbordantes, no aguantaba y le besaba los cabellos, el cuello y la frente.  Ella decía - ¡Para! Guarda un poco para después. Y se reía. Para Exequiel no había un después.

Exequiel la busco a la salida de una tienda de ropas, él tenía un descapotable, era azul con butacas de cuero y yantas de aluminio, se fueron a un parque y se sentaron en un banco algo escondidos, pero a la vez, a la vista de todos. Allí conversaron, él le contó su día y ella contó todos los días que había pasado sin él.  

No sé si Roxana estaba allí. No sé si Roxana era ella o espiaba a ellos desde algún rincón detrás de un árbol. No lo sé. Pero sé que Exequiel al menos sospechaba que Roxana estaba allí. 




 


domingo, 2 de julio de 2023

Cor Vata

Ya sentado en el avión, mi ventanilla daba al parque de la ciudad, ruta 12, a una altura aproximada al templo laosiano. Recordé que solo hace cuatro días atrás, estaba del otro lado de la verja con mis amigos, viendo aviones pasar; ahora yo estoy en uno de ellos, solo. El destino del avión es Córdoba, no tengo idea cual será el mío. Bajare del avión y me tomare un colectivo directo al centro. Bajare en la última parada, que es la terminal de ómnibus, y de allí caminare hasta el hotel. Me bañare, fumare un pucho en la habitación, mirare un rato la tele, oleré las sabanas y luego iré por un trago y algo de comer. Mientras esté comiendo, observaré pasar chicas y escucharé conversaciones ajenas.

Miraba el ala derecha del avión. Comienza el despegue. Los despegues son lindos. Se siente la fuerza del motor en el pecho, la turbina que empuja algo tan pesado hacia arriba, al cielo. Miro por la ventanilla. Literalmente, tengo el ala derecha del avión en mi misma línea. De una forma extraña me comunico con ese pedazo de metal. Lo observo y deseo que esa misma ala sea mi brazo derecho, haciendo fuerza, allí en el exterior. Estoy dentro de una cabina hermética y quiero estar afuera. 

Cuando el avión se elevó, tenía la vista dirigida a Posadas. Ya no es solo un punto concreto de la ciudad, sino toda ella. Desde el puente de la av. Chacabuco sobre el arroyo Mártires al puente San Roque sobre el rio Paraná. De oeste a este, de norte a sur. Pienso que la ciudad ha sido dibujada exclusivamente para verla desde esta distancia, y además de noche. Miles de luces forman una hermosa melodía. Me alegro de vivir allí. Me pongo contento. Recuerdo a mis padres, a mis amigos, a algunos estudiantes, a mis animales, recuerdo todos los rostros que alguna vez vi. Me pongo muy contento. 

La punta del ala del avión tenía una luz fija y otra parpadeante. Esa luz, que en un momento del viaje se convirtió en la única luz, junto con una estrella, me hacia vivir de una forma extraña en el exterior. Durante todo el viaje me quede mirándola. 


























domingo, 28 de mayo de 2023

De Mar a Bar

De Mar del Plata a Bariloche. 

Pasando por la Ruta Nacional 22; 237 y 40.





La pampa es como Texas. 
Cuanto mas cerca a Rio negro, mas se suman dunas al paisaje. De repente, el color amarillo grisáceo pasa a ser verde. Las dunas pasan a ser cerros y los cerros montañas.






El Rio Limay separa la Provincia de Neuquen y Rio negro.














lunes, 1 de mayo de 2023

Vivir sin inercia




Mi ranchera es la vida que me toca
En la mesa del rincón estoy bebiendo
Siento tanto el sentimiento que me quema
Mientras tanto por inercia voy viviendo

No hay derecho a tratarme de este modo
Pues que acaso tú me ocultas un secreto
He vivido pero no aprendí a la fuerza
A olvidarte aunque no estés conmigo

Pocas cosas son más crudas que una cruda
Quizás sea por la forma en que te fuiste
Sin un beso ni un abrazo
Mejor hubiera sido despedirte de mí con un balazo

En la cabeza tengo las preocupaciones
Y en pecho sigue el corazón abierto
Porque al tu no estar conmigo
Ya el amor está desierto

Pocas cosas son más crudas que una cruda
Quizás sea por la forma en que te fuiste
Sin un beso ni un abrazo
Mejor hubiera sido despedirte de mí con un balazo

Mi ranchera - Andres Calamaro.


Una noche de tiempo inestable y gris, visite el museo de arte contemporáneo de Mar del Plata para ver la exposición de Facundo Lugea, titulada "La prolongación de nuestra inercia". El museo está frente al mar, en una zona ventosa y fría donde el viento te hace sentir partes del cuerpo que normalmente no se perciben, como la nariz y los parpados. Al bajar del colectivo (221) y cruzar la calle, sentí la lluvia golpear mi cuerpo dándome cuenta que me había olvidado la campera en el departamento.

El museo tenía varias exposiciones y actividades para hacer. Me interesa centrarme en esta muestra, la de Facundo, no porque me haya llamado más la atención que al resto, sino todo lo contrario, porque mi atención se apagó allí. La que sí me llamo la atención fue: “Verde húmedo semi profundo” de Marta Cali. Aunque en realidad mi atención reposo sobre dos jóvenes que me las cruce cuando salía de la sala al tiempo que ellas entraban. Ambas, altas, delgadas, delicadas y blancas; con cabellos cortos, blusas y polleras. Parecían actrices de películas de culto, y tanto fue la atención que despertaron en mí, que cuando pasaron hacia mis espaldas me vi obligado a voltear la cara para seguir viéndolas. “Estas chicas quedan muy bien aquí”, pensé. Me refiero en esa atmosfera museológica, con cuadros, intervenciones, paredes blancas, música experimental, con frio y lluvia en el exterior. Me pregunto, si esas mismas chicas me hubieran llamado la atención en otro escenario, pienso en la playa donde la blusa y la pollera no van y sí la piel descubierta. En un mundo tan sexual como el nuestro, la única limitación que se nos impone es nuestro propio cuerpo a la vez que contrasta con el resto.

Estoy seguro que estas chicas, por fuera de esa sala, del museo, no me hubieran llamado la atención en lo absoluto. Aquel era su terreno, y la armonía allí estaba asegurada. Todo aquello me hiso reflexionar y creo entender que la atención en sí, no es otra cosa que la concentración de energía hacia un punto concreto, y para que aquello se dé, mucho tiene que ver una sala particular, unas chicas particulares y un clima particular; es decir: ciertas circunstancias.

Destaco lo anterior porque la segunda sección de la muestra “la prolongación de la inercia” tiene un poco de todo ello, si se quiere a la inversa. Son objetos, como ropas, libros, porta focos, metales, aluminio; en fin, cosas desechables. Si bien se tiende a una representación humana y hay una intencionalidad delicada en el armado acumulativo, sencillamente, lo que diría es que todo ello es un montículo de basura fácil de verse en cualquier esquina de una ciudad cualquiera. Pero al estar allí sobre una mesa blanca, con luces especiales, con un guía, con esto y con aquello, pasa a ser convertido en otra cosa. La autoridad epistémica que rodea el objeto haciéndolo tan hermético que hasta puede desaparecer.

Fue por esto que no me llamo la atención que todo ello no me llamo la atención; porque el museo no es el terreno para exponer basura, de la misma forma que esas chicas no pueden ser expuestas en la playa, porque no llamarían la atención y seria una muy mala forma de desperdiciar cuerpos que son hermosos en el contexto correcto.   

Déjenme contar un poco más de la muestra y por qué mi interés sin llamarme la atención.

El párrafo anterior lo escribí pasado dos o tres días de haber visto la muestra. En ese momento no pensé nada de ello, porque de hecho no pensé demasiado. La exposición logro generar en mi un recuerdo emocional y no racional. Me pareció sentir al salir un pequeño ruido de rotura, como esos ruidos imperceptibles que salen de las hojas cuando las pisas y se quiebran, en algún lugar dentro mío. El amor, la amistad, el sexo, el conocimiento, la vida social; sirven para paliar la soledad. Sin embargo, es un paliativo parcial, porque todos ellos conducen a objetivar lo utilizado para atenuar la soledad, y ello no entra en el sujeto. En este sentido el arte es distinto, siempre y cuando se contemple el objeto artístico como medio para volver a uno, al yo. Es decir, a través del arte y no en el arte. Tal vez en el amor suceda algo igual en tanto el amor se considere como objeto artístico.

El inicio es un pasillo oscuro que da la simulación a un umbral. Aquí, entiendo, está la simulación al nacer, y por qué no al morir. La muestra es un circulo como una novela de Hesse.   La primera sección, de tres, estaba cubierta de vidrios pintados de color blanco en los lados. No permitían ver hacia afuera, aunque sin saber si alguien del otro lado lo podía hacer hacia adentro; era una síntesis de no tener un cuerpo.

La segunda sección son los objetos mencionados mas arriba. La tercera, un conjunto de placas con breves oraciones, y un piso cubierto de hojas de eucalipto. Había música de instrumentos de vientos, pero no recuerdo si provenía solo de la tercera sección o de todas. Las placas estaban adheridas a la pared y las podías leer ordenada o desordenadamente. La última de ellas, o la más cercana a la puerta de salida, tenía un verso que decía: “el final es solo el eco de nuestro principio”. Sucedió que dos mujeres entraron a la sala por la puerta de salida y no por el umbral del inicio. La guía, que estaba cerca, le indico que debían salir y entrar por el lugar que correspondía. No obstante, lo que decía el ultimo verso.


 

De vuelta al departamento, sobre la av. Colon en frente al museo Castagnino, la zona mas alta de la ciudad, el mismo colectivo me dejo a dos cuadras de distancia. Camine una cuadra, eran alrededor de las 22.30 y en las calles, como es lógico en temporada, había una gran concurrencia de gente. Cruce la calle Viamonte, llegue a la segunda cuadra y a los pocos pasos, una chica vestida con un pantalón blanco liviano, me observaba.

Estaba caminando en dirección contraria a la mía. Yo me dirigía como yendo a la ciudad y ella como yendo al mar. Sentí en su mirada, cierta sensación de miedo, como si yo fuera un perro grande. Me habre alejado 10 metros cuando escuché no, hijo de puta, y me di la vuelta para observar un robo. La chica forcejeaba con un pibe, que tenía una remera también de color blanco, y cuando este pudo hacerse de un objeto salió corriendo, y detrás de él salió ella impulsada por un acto reflejo. A los 15 metros, el pibe se subió a una moto que ya estaba lista para escapar con otro pibe al volante que también tenía una remera blanca. La moto era grande, estilo moto cros. El trapito que estaba en frente del café “Bon Jus” sobre la calle Viamonte, dijo – que hijos de putas, son pibes que andas con motos caras, y no los agarras ni empedo. En cuanto a mí, escuché el grito y salí corriendo, no sé si detrás de la chica o del pibe ladrón. Me acerque a ella cuando ya todo había pasado y le pregunte si estaba bien, si no le lastimaron. Esta vez, la chica no me miro y por supuesto que tampoco me respondió. Escuche que le dijo a la madre entre llantos – me robaron el reloj de papa. Me robaron el reloj de papa. Inmediatamente imagine que ese objeto era un regalo del padre, quizás ya muerto. Un valor simbólico, no de cambio.  

La cuadra que me faltaba la camine pensando, me venían preguntas que me daban vuelta la cabeza sobre las posibilidades de resolver este flagelo social. Sabía que si ese pibe no me robo a mí fue solo por una cuestión de suerte. La solución es la educación y el trabajo, dicen. Pero busco una solución para hoy, mañana o pasado, no para 10, 15 o 20 años. Estoy vivo hoy y quiero volver a ese museo, así que quiero saber cuál es la solución a casos como estos.

En la película 4x4, cuando el medico protagonizado por Brieva lo tiene agarrado al ladrón (Lanzani), una parte de los espectadores piden que lo mate. Unos menos gritan: son lacras de la sociedad. El resabio de una comunidad bendita que se cuida de los costados y se le viene la mierda de arriba. El otro sector, pide que lo suelte. - Dejalo a la policía. Que lo resuelva la justicia, manifiestan. Del otro lado responden. - La policía no hace nada. La justicia no sirve, entra por una puerta y sale por la otra. Pascal decía que cuando la justicia no es fuerte, lo más fuerte es la justicia. Es la justicia por mano propia. La v, pero no de victoria sino de venganza.


Final del formulario

 

Al día siguiente, entre al Radio City luego de una larga caminata hasta llegar a la peatonal en busca de las casillas que venden entradas de teatro con descuentos. No tienen toda la oferta teatral de la ciudad, pero sí toda la oferta teatral comercial de la ciudad. Tampoco tienen todas las butacas a disposición, pero ofrecen una mezcla de asientos entre las primeras filas, algunas del medio y las de atrás. En los buenos teatros desde cualquier lugar se puede ver bien, la diferencia radica en la sensación que se puede experimentar con la cercanía al escenario. Estar en la primera fila es protagonizar la obra de un modo llamativo; dando la espalda al público.

Cuando compras entradas en estas casillas no te dan lo que sería figurativamente la entrada, es más bien un ticket que sirve para intercambiarlo por una entrada en el teatro correspondiente a la función de la obra elegida. Mi teatro era el Radio City que quedaba aproximadamente a ocho cuadras de donde estaba, así que camine hasta allí. Cuando salí del teatro con mi entrada, uno de los chicos que promocionaban los diferentes espectáculos que se daban sobre el mismo escenario, extendió su mano y me dejo un folleto que decía: descuento del 25% si vienen dos personas para ver la obra “el funeral de los objetos”; una obra de Buenos Aires que vino a la costa a hacer temporada.

Pensé en por que la gravitación del par sobre el impar y, agradecí levantando la vista, todo en un momento sin detención. Fue entonces que me di cuenta que un rostro neutral reposaba su mirada sobre el mío; un cuerpo humano reducido a un rostro cálido y excitante. Era un diamante, un granel de oro en la multitud de los rostros que se aglomeraban a la salida del teatro y en las peatonales laterales. Bebí ese rostro en la noche, a escondidas del mar. Luego seguí mi camino con una entrada, un folleto de descuento, y un par que lo usé de razón para vivir este accidente que es la vida. 


 

Desde que soy un retoño mis padres me han traído a mojarme el cuerpo a la aguas frías y saladas del mar de esta ciudad. Mar del Plata ha sido en el transcurso de los años nuestro sitio vacacional; el lugar donde elegimos vivir unas semanas al año. Aun hoy, a mis 30 años es así. Estar en la playa es un acto que motiva un gran estudio social. Convivir con gente muy cerca a uno, cada quien, con su sombrilla, carpa, mesa, silla, etc. El espacio de privacidad allí es un circulo imaginario dibujado en la arena. No obstante, de vez en cuando alguien lo rompe cruzando o tirando alguna pelota. Los espacios comunes son el resto, es decir casi todo, además, tu lugar imaginario de privacidad lo será solo un momento, hasta que levantes tus cosas y te retires, dejando ese mismo lugar a alguien más. Esta dinámica de relacionarse con el otro exige un plus en lo referente a la tolerancia y a la comprensión. Es claro que en un lugar como este no puedo escuchar música fuerte ya que ello le podría molestar al de al lado que quizás quiera escuchar solo el ruido del mar y leer. Si hay mucha gente en la playa tampoco es lógico jugar a la pelota por que el riesgo de que la pelota vaya a parar a la cabeza de alguien, que no está jugando, es muy alto. Es una obviedad que la basura que traigo a la playa la tengo que volver a llevar. También es una obviedad que en pleno siglo XXI sepamos que los filtros de cigarrillos no se pueden tirar en la arena ya que al subir la marea el mar se las traga y puede llegar a contaminar hasta 50 litros de agua. Son cosas básicas; tener una mediana comunicación, saber hablar. No puedo fumar marihuana en una playa familiar en donde hay niños y niñas a las que puede llegar el humo exhalado. Con vulgaridad me refiero a la comisión de estos actos, y tantos otros que defecan en el espacio común. Con mi familia siempre hemos estado en muchos sitios, nos juntamos con todos, escuchamos y tratamos de ser amables. Mantenemos nuestra visión, realidad, forma de pensar, sí, pero en contacto con el resto. Si alguien está convencido de que su manera de proceder es la correcta lo debería demostrar con el ejemplo para llegar de esta forma a irradiar esa onda a los otros. Pero para ello, lógicamente, es necesario estar abierto. Note que, en las playas más populares, las del centro, las más multitudinarias, playas de la clase baja podríamos decir, la vulgaridad era tan avasallante y molesta que se hacía difícil estar allí. Pero también note que, en las playas del sur, aquellas de las fiestas electrónicas, de la juventud radiante, de las grandes extensiones de arena, de los médanos y acantilados, de la clase alta podríamos decir, tal vulgaridad era la misma solo que con un paisaje diferente. Las parcelas de las playas privadas ocupan terreno público, y si años atrás aun podías caminar observando un horizonte medianamente amplio, hoy es imposible hacerlo. Es estar entre el mar y la cuerda que divide, encierra, separa, el espacio público y el privado. Una atrocidad ilegal tan abrupta como el vacío que encierran en su interior las carpas y sombrillas de esos paradores; pocas personas en espacios amplios, muchas en espacios pequeños, un absurdo insoportable de digerir. Si en las playas del centro podía ser vulgar ver comer a la gente porquerías que vendían en los locales de las playas con su basura rebosante en los lados, en las playas del sur era vulgar ver a gente comer salmón, en restaurantes, que fue pescada por chinos depredando día a día el mar argentino. La diferencia, entonces, entre ambos grupos no pasa a ser la vulgaridad vs. la elegancia, si no tan solo la posibilidad que tienen algunos de comprarse un pancho y otros de poder ir a por un salmón. ¿Pero qué pasa con aquellos que pueden comprar un salmón pero que cada tanto le apetece comerse un pancho?

Quisiera cambiar la palabra elegancia por sentido común. La suficiente preparación para vivir en común, afectando lo menos posible a los otros. Nos fuimos de un lugar vulgar para llegar a otro, igual o más vulgar. Cuando la diferencia no pasa en la mayor medida por la conducta de cada quien, sino tan solo en la posibilidad de acceso por el poder adquisitivo, la vulgaridad es ponzoñosa y contagia a mansalva. Cuando aquellos grupos que por sentirse diferentes se separan, y se cruzan poco o nada, esa diferencia se vuelve indiferencia, es decir falta de importancia hacia lo que hace, piensa o siente el otro. Ser indiferente es ver a alguien tirado en la calle y no detenerse, aunque sea un segundo a observarlo. La indiferencia solo se apaga para ver al otro, al diferente, como alguien sospechoso y peligroso. Normalmente las emociones que se despiertan son de repudio y odio, y luego, otra vez la indiferencia. 

Mar del Plata es la síntesis de un país desigual y decadente. Con casi la mitad de la sociedad pobre; con bajo empleo privado; con una educación desastrosa; con políticos paupérrimos; con medios de comunicación asquerosos; y con ejemplos que son todo lo contrario a los ejemplos.

Pero a pesar de todo aquí estamos, experimentando la queja en nuestro propio cuerpo.